Un día nos dimos cuenta de la traición. Los traidores fueron nuestros gobernantes que sólo usaron el sentir patrio para explotarnos, para manipularnos, para derrocar nuestra voluntad e imponer la suya. Ese día nosotros agua de jamaica y gordas de frijol, mientras ellos en palacio jamón serrano, vino Rioja y paella valenciana. ¿Dónde chingados dejaron la independencia?
Ahí se quedó, arrumbada en un discurso arcaico que les impedía vender el país al mejor postor. Es por ello que desde hace algunos sexenios empezaron a fraguar su traición. Nos dividieron y después nos dividimos; finalmente nos separamos de ellos. Hoy, el 15 de septiembre ya no nos une, el 15 de septiembre nos recuerda que tenemos un presidente que nos divide en “pueblo bueno” y “podrida clase media”; para López Obrador o somos fifís o somos chairos, cualquier cosa menos mexicanos.