Ningún maestro en su sano juicio puede negar que el actual Comité Ejecutivo Nacional del SNTE ha sido secuestrado por el Gobierno Federal y, por la misma razón, les ha dado la espalda a sus afiliados. Cheque usted el dato, tan pronto el presidente de México dijo que se regresaría a las clases —llueve, truene o relampaguee— el 30 de agosto, con una sumisión canina Alfonso Cepeda Salas salió presto, y sin tomar en cuenta la opinión de los maestros, a secundar un regreso a clases presenciales con mucho riesgo y peligro de contagio.
El SNTE no puede negar que ha estado a servicio del Estado. «Hay consensos, los maestros tienen la disposición, la mayoría, de regresar a clases», dijo en una entrevista, y con una sumisión reverencial le dio gracias al presidente por los poyos recibidos durante la pandemia. Es más, llegando a la abyección absoluta, declaró que lo maestros deberían de regresar a dar clases presenciales, ya que por eso perciben un salario.
Lo cierto es que esa postura lambiscona y pueril deja muy mal parado al SNTE cepedista, sin embargo, también se percibe un conformismo por parte del gremio magisterial, tal vez se deba por la pandemia o por una indiferencia fría y calculada. Lo cierto es que los maestros afiliados al SNTE, en estos momentos, se encuentran sin una representación firme y valiente ante las injusticias laborales.
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