El 21 de octubre en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, embriagado por la victoria de las elecciones de ese mismo año, que le hicieran ganar la presidencia, dijo: «Aquí hago un paréntesis para también referirme a los hermanos migrantes centroamericanos. Decirles que cuentan con nosotros, yo ofrecí visas de trabajo a los centroamericanos pobres que salen de su país porque no tienen opciones. ¿Por qué ofrezco eso para los centroamericanos? Porque va a haber trabajo para los mexicanos y trabajo para los centroamericanos en nuestro país».
Tres años después la realidad se impone. Un López Obrador presionado por el gobierno de los Estados Unidos, presionado por la situación de pobreza que se agrava en el país que gobierna, ha ordenado que se detenga cualquier caravana de migrantes que intente cruzar el territorio mexicano. Las escenas son escalofriantes.
Desde hace semanas se ha denunciado el trato inhumano que le dan a los migrantes los miembros del Instituto Nacional de Migración. Y si no se han detenido esos abusos, es porque el presidente está de acuerdo en que se debe detener a los migrantes a como dé lugar. Otra más de las incongruencias de un presidente que decía que él no era igual a los otros; igual no, peor sí.
ES MÉXICO
pic.twitter.com/dlwDLm11Y0— Carlos Jiménez (@c4jimenez) September 4, 2021
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