Bernardo Gutiérrez Parra / Cinco días después de que el huracán Grace azotó en Veracruz el presidente López Obrador vino a la entidad a elaborar un plan contra las afectaciones… cinco días después. Y lo primero que se le ocurrió fue ordenar un censo de personas afectadas… cinco días después.
Como aquel que llega a la cantina invitando “copas para todos” sabiendo que se irá sin pagar, así dijo el boquiflojo tabasqueño: “No hay límite presupuestal, con lo que se necesite se va a apoyar a todos los damnificados, a la gente afectada por las lluvias, por los vientos, por los derrumbes”.
Más o menos el mismo argumento que utilizó antes de que llegara la pandemia, lector. Y nomás hay que preguntar a médicos y enfermeras en qué condiciones están trabajando 18 meses después, para confirmar que el presidente ya es un consumado mentiroso.
El problema es que los damnificados están solicitando ayuda con urgencia desde el sábado por la tarde. Necesitan alimentos, medicinas, pañales y leche para los niños y agua, mucha agua. Pero tendrán que esperar al censo.
Y eso va para las 18 mil familias de las comunidades más pobres de Papantla, para los afectados de Tecolutla, San Rafael, Martínez de la Torre, Poza Rica, Tuxpan, Álamo, Coatzintla y treinta municipios más.
En mi columna del lunes escribí que ni por equivocación Andrés Manuel alteraría su agenda para visitar a los damnificados, porque si no le preocupan los niños con cáncer y los muertos por la pandemia… Bueno, si ni siquiera le preocuparon sus paisanos, los indígenas de Nacajuca a los que inundó el año anterior al ordenar el cierre de la compuerta del Macayo “para evitar que se inundara Villahermosa”, menos le iban a interesar los apaleados por Grace. Y como fue.
Si en un principio la Presidencia de la República dijo que López Obrador sobrevolaría la zona para “evaluar los daños”, horas después el sobrevuelo se canceló “porque las condiciones climáticas no lo permitieron”.
Mejor así, ¿qué de bueno iban a sacar los damnificados si el presidente los veía desde el aire con el agua arriba de las rodillas?
Lo cierto es que ni con buen tiempo hubiera realizado ese viaje porque le importa un pito lo que le pase a Veracruz. Su única preocupación es que su honesto gobernador se siga sosteniendo y si a los veracruzanos se los lleva el diablo mala suerte para ellos.
A la misma hora en que los perjudicados por Grace trataban de salvar lo poco que les dejó el huracán, a la misma hora en que chacualeaban en el lodo levantando láminas y cargando
maderos para reconstruir sus viviendas, el presidente presumía que en su administración hay “gente de palabra y ya no se roban el recurso como antes”.
Bien por él. Pero es bueno decir que los rateros de antes entregaban esos recursos con prontitud (los más urgentes como despensas, láminas, colchonetas, cobertores, medicinas, agua purificada, repelente contra mosquitos, había médicos y enfermeras en albergues o rancherías) y después hacían los pinches censos.
Cómo deseo equivocarme, pero entre el “no hay límite presupuestal; lo que se necesite para apoyar a los damnificados” y una orden de tacos de lengua, le voy más a los tacos.
Ayer por la mañana la Delegación Nacional de la Cruz Roja repartió apoyos en algunas comunidades papantecas, apoyos que literalmente volaron. Pero del gobierno federal no hubo nada… hasta después del censo.
Y en lo que se hace el censo, en lo que clasifica el tipo de apoyos, en lo que éstos llegan a los damnificados (si es que les llegan) pasarán días y semanas.
Pero el presidente pide paciencia porque “Ya se va a atender a todos. No es conveniente que tomen carreteras… no se dejen manipular”, les dijo. Y a no ser por el hambre la sed y la necesidad que los está apretando y duro, no sé quién más los pueda manipular, lector.
En fin, sea por Dios. Hay que esperar porque ni hablar, son las nuevas políticas, los nuevos tiempos, tiempos del cambio, tiempos del aquellos sí robaban y nosotros no; aquellos eran corruptos y nosotros no; aquellos no tenían calidad moral y nosotros sí. Y si en la espera alguien se muere de hambre, pues con la pena pero ni modo.
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