Fernando Padilla Farfán / La verdadera historia del Cura Hidalgo permaneció durante muchos años oculta detrás de los velos del pudor y del recato, hasta que historiadores sigilosamente invadieron el ámbito de la familia de Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla (por su nombre completo), y consiguieron información muy interesante cuidando no traspasar las líneas del escándalo. Descubrieron la vida de un hombre concupiscente, pasional, pero también con virtudes; suficientes como para posicionarlo en los más excelsos altares de la heroicidad.
Su vida estuvo llena de contrastes. Era reconocido como uno de los hombres más cultos de su época, pero también criticado por sus vecinos por escandaloso y parrandero.
Organizaba tertulias con cualquier pretexto; departía no solo con hombres ilustrados, sino también con señoras que, por su inteligencia y probablemente también por su belleza, formaban parte del selecto círculo de amigos. Y, después que lo ingerido hacía su regocijante efecto, el festín casi siempre terminaba en alegre baile. Hasta ahora se discute si el enojo de los vecinos obedecía al escándalo, o a que no gozaban de la privilegiada amistad de Don Miguel, que les abriera la oportunidad de participar en el bacanal.
Por estas razones, la casa que don Miguel Hidalgo habitaba en San Felipe (Guanajuato), era tan bulliciosa que se hizo famosa con el nombre de la “Francia chiquita”.
Varias fueron las mujeres que cedieron a las pretensiones del caballeroso y españolado Miguel Gregorio Antonio Ignacio. Realmente fueron dos las seleccionadas como depositarias de su amor de pareja: Manuela Ramos Pichardo y Josefa Quintana. Con la primera procreó a Agustina y Lino Mariano, y con la segunda a Micaela y Josefa. Algunos agregan una tercera dama a su lista de amores, al parecer se llamaba Bibiana Lucero.
La parte romántica de su vida, como era obvio, la condujo en la clandestinidad.
Algunas de las conclusiones de los cronistas es que el sacerdocio no era su verdadera vocación, como tampoco los hábitos eran su vestimenta preferida. Que eligió la carrera sacerdotal porque representaba un empleo seguro y de reconocimiento social.
Estudió en Valladolid, hoy Morelia, que era un centro episcopal importante. Sus deseos por desarrollar una personalidad prominente lo motivaron para aprender latín, francés e italiano, lo mismo que náhuatl, tarasco y otomí.
De espíritu rebelde e inteligencia bien dotada, Hidalgo fue un estudiante destacado pese a que tuvo que someterse a rígidos lineamientos escolares, contrarios a su espíritu liberal y pensamiento heterodoxo.
Sus compañeros de estudios en el Colegio de San Nicolás le pusieron el sobrenombre de “El Zorro”, por la astucia y la inteligencia que lo caracterizaban. Posteriormente, por su pasión por la literatura francesa, le apodaron “Un zorro a la francesa”.
Por esa época la influencia de la ilustración francesa había llegado ya hasta la zona del Bajío, y en el ambiente flotaban aires de cambio. Cuando Hidalgo llegó a rector del Colegio de San Nicolás, manifestó sin tapujos su actitud reformista.
Hizo pública una Disertación sobre el verdadero método de estudiar teología escolástica, texto que por un lado despertó elogios, y por otro, desconfianza Su inteligencia y su gran capacidad para procesar las ideas y administrar los problemas, logró algo que para cualquier mortal de mente ligera y volátil hubiera terminado con su vida útil. El prócer de la Independencia combinó, en la misma partitura de la música, el juego, las mujeres, su pasión por la política y el apostolado clerical.
No todo fueron saraos, diversiones y extraños amoríos.
Impulsó el buen teatro de Racine y Molière. Su afición por la música lo llevó a organizar una orquesta compuesta por indios del curato. Fue un excelente empresario impulsor de programas industriales, artesanales y agrícolas. Propició el cultivo de la vid, la cría de abejas, la fabricación de lozas y tejas, y el curtido de pieles.
Aún se conservan los árboles que sembró en el patio de las moreras, para la cría del gusano de seda. Hábilmente manejó los créditos con excelentes resultados económicos.
El cura Hidalgo hizo trascender al tiempo la idea de “patria”, la cual concebía la coparticipación de la población y el gobierno en un mismo territorio. También fue el primero en utilizar el vocablo “México” (y no Nueva España), como concepto político definido.
Según el historiador Gabriel Ibarrola, Hidalgo y José María Morelos y Pavón, eran parientes cercanos, descendientes de don Diego Ruiz de Cortés, nieto del conquistador Hernán Cortés. Qué ironía.
Hidalgo es un personaje del ayer que es todavía, y su vida, ahora esplende entre los grises momentos que posan sobre nuestro maravilloso país.
(Fuentes: Archivo General de la Nación, Biblioteca Nal. de Antropología e Historia)
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