El presidente Andrés Manuel López Obrador se enteró de que la señora María Ravelo, madre del joven José Eduardo Ravelo, quería entrevistarse con él. Desde la mañanera el presidente le dijo que no era necesario que lo anduviera buscando, que él la invitaba a una entrevista. López Obrador dijo que había instruido a la secretaria de Gobierno para que hiciera una denuncia ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos para que se investigue el caso del joven veracruzano que al parecer fue golpeado por los policías de Mérida; dice el presidente que se va a investigar a las mismas autoridades en caso de que estén encubriendo a los responsables.
¿Por qué se interesó tanto el presidente en este caso? Pues porque el gobierno de Mérida es panista y el gobernador Mauricio Vila también es panista. ¿Pero qué pasa con el caso de su exaliado Rogelio Franco Castán? Las hijas de Franco Castán le mandaron una carta al presidente Andrés Manuel López Obrador, pidiendo su intervención pues su padre estaba siendo tratado como preso político por el gobierno de Cuitláhuac García.
Pero López Obrador no ha dicho ni pio, y no lo hace porque el gobierno de Veracruz es de Morena, y Cuitláhuac García es su hijo putativo. Así el concepto de justicia del presidente, una justicia sesgada que cumple las palabras de Benito Juárez: «Para los amigos, justicia y gracia; para los enemigos, la ley a secas».
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