Fernando Padilla Farfán / La pandemia por COVID-19, ha afectado a casi todas las naciones del mundo. A unas más, a otras menos.
El papel que ha jugado la Organización Mundial de la Salud no ha sido el esperado a pesar que una de sus funciones es colaborar estrechamente con expertos mundiales, gobiernos y asociados, para adquirir los conocimientos científicos necesarios sobre este nuevo virus; rastreando su propagación y virulencia. Tampoco ha habido menciones públicas de los gobiernos reconociendo sus aportaciones en bien de la salud mundial.
A no ser las recomendaciones del uso de la mascarilla, lavarse las manos y la distancia física entre las personas, no se ha sabido de alguna otra recomendación que convenza a los diversos núcleos sociales para ponerla en práctica.
Al inicio de la pandemia, la OMS hizo algunas recomendaciones más como el uso de los guantes en las manos o el tapete sanitizante, pero luego declaró que no debían usarse los guantes porque facilitaban la retención del virus. Que era más fácil lavarse las manos que lavar los guantes.
La OMS ha recibido diversas críticas porque no ha reaccionado con la inmediatez que requiere el problema.
Tampoco se conoce que haya hecho recomendaciones a los gobiernos para que elaboren bases de datos que nutran de información que sirva para tener una idea clara de las circunstancias en las que se da el contagio. Por ejemplo, cuáles fueron las circunstancias previas al contagio de los pacientes. Qué actividades realizaron en los días anteriores al contagio, a dónde fueron, con quienes convivieron y si cumplieron con los protocolos establecidos. De igual forma si tomaron medicamentos, remedios o, incluso, complementos alimenticios. Toda esta información es importante para elaborar un plan de combate al virus.
Es comprensible que el intempestivo avance del contagio no permita las condiciones para obtener la información relacionada con el historial de la salud de los contagiados, como sus rutinas de ejercicio, problemas emocionales u otras que, de acuerdo a opiniones de expertos, actúan directamente sobre el sistema inmunológico.
En relación a las medidas que han adoptado la mayoría de los Ayuntamientos del País y los gobiernos estatales, algunas parecieran contrarias al propósito fundamental de preservar la salud como, por ejemplo: clausuran los parques para que la gente no entre, pero se agolpa en los alrededores. En estos espacios existen árboles y plantas generadores de oxígeno, fundamental para la salud. Se permite la aglomeración de personas en los mercados populares y se limita el acceso a lugares establecidos que cumplen con los protocolos de sanidad.
Algo a lo que nadie le ha encontrado explicación es que en los super mercados o en las plazas comerciales, se les recomienda destinar puertas diferentes para entrar y para salir, aunque todos los clientes, adentro, se mezclan unos con otros.
En tiempos remotos, a los contagiados por virus se les recomendaba ir a la playa para respirar el aire salino y bañar su cuerpo con agua del mar. Los resultados eran evidentes. Sin embargo, sin realizar un estudio al respecto para saber si favorece a la salud o no, se cierran las playas. Hay que mencionar que al principio de la pandemia se sugería hacer gárgaras de agua con sal para destruir al virus COVID-19 que se encontrase alojado en la boca. En el pasado periodo de la Semana Santa, la gente se volcó en las playas de México y, contrario a lo que las autoridades de salud pronosticaron, el nivel de contagios no fue alto.
Comentarios