Fernando Padilla Farfán / Tan rápido como lo permite la tecnología, llegó a mis manos —así se decía antes, ahora es bandeja de entrada—, una tira de dibujos elaborados por Joaquín Salvador Lavado, mejor conocido como Quino, ni más ni menos que el creador de Mafalda.
Con esa característica forma de resumir en cada dibujo toda una problemática social o política, el genial caricaturista en 8 dibujos reproduce, con la crudeza obligada, el rumbo que está tomando el mundo en cuanto a valores y educación.
La verdad es una de las mejores críticas sobre la educación que actualmente están recibiendo nuestros hijos.
Los personajes son: el papá, un afligido burócrata cuyo rostro refleja el desánimo y la impotencia de cumplir con el papel que la sociedad le ha delegado; y su hijo —pequeño pero muy observador—, que sin soltar el chupón de su diminuta boca escucha atento lo que a manera de enseñanza le muestra el preocupado hombre. Se trata de las severas fallas que ha padecido el sistema educativo en lo esencial.
En el primer dibujo se observa al papá señalando un auto, diciéndole a su hijo que esas serán sus piernas. En el siguiente, con la mano derecha sobre la pequeña cabeza y la izquierda apuntando a la computadora, el padre le expresa al pequeño que ese será su cerebro.
Cuando toca el tema del contacto humano, el de la comunicación entre las personas, le presenta al chico un celular.
En otra escena, se ve al pequeñín sentado en las piernas del padre y ambos frente a un televisor. El pequeño, con un espontaneo gesto de familiaridad, presta particular atención cuando el hombre le explica que de ese aparato recibirá la cultura que necesitará en su vida.
En el siguiente cuadro, el pragmático instructor le muestra dos botes de basura mal oliente al tiempo que le asegura al expectante jovencito, que ahí encontrará los ideales, la moral y la honestidad.
En las dos últimas caricaturas está un dólar y un espejo. Del primero le dice que ese será su dios, y del segundo, que le servirá para reflejar su imagen cuando tenga necesidad de amar al prójimo.
El caricaturista argentino expresa en estos cartones un problema que ya es de patente mundial.
Resulta difícil creer que, en los tiempos actuales, cuando la tecnología de la comunicación está en su cenit, las personas estemos perdiendo el contacto humano y tengamos serias dificultades para entendernos los unos a los otros.
Un hecho marca este ambiente de decepciones y contradicciones en cuestiones de la comunicación.
Lo lamentable es que la euforia por adquirir los nuevos modelos de esos pequeños instrumentos de comunicación, es provocada no por los deseos de comunicarse con los demás, sino para sentirse incluidos en un estilo de vida (estatus social), que sirve más para fomentar el ocio que para suplir la falta de calor comunicativo. Incongruencias de la modernidad.
La ausencia de comunicación o la deficiente comunicación entre padres e hijos, está provocando mayor propensión de los chicos al uso inmoderado del alcohol, abuso de las drogas y la práctica del sexo promiscuo y, lo más delicado, la proclividad para ganar dinero fácil pero ilícito.
Pareciera que la tecnología en los equipos para comunicarse, no está cumpliendo la función de fortalecer los lazos del entendimiento entre la gente.