«Fue una decisión difícil», reconoció Isabel Romero Cruz, pero al final tuvo que ceder y dejar funcionando esa Ciudad Judicial: «Debemos ponernos en el lugar de quienes acuden a nosotros con la esperanza de que se les haga justicia; no podemos admitir, bajo ningún pretexto, que los tengamos parados horas y horas, incluso a veces días, semanas, sin que se les otorgue la atención que ellos merecen; no hay lugar para actos de corrupción en el Poder Judicial del Estado de Veracruz».
Por supuesto, la presidenta del Tribunal Superior de Justicia llegó a esta reflexión después de 15 días, antes sólo pensaba en que ya no tenía dinero para pagar tantos sueldos. Pero llegó a esa conclusión después de la “manita de puerco” que abogados y ciudadanos le hicieran. Por cierto, como Diógenes, la señora expuso sus reflexiones tendiendo a los pies un hermoso perro.