Bernardo Gutiérrez Parra / Cuando el 17 de marzo el general Glen VanHerck, jefe del Comando Norte de Estados Unidos, dijo que el crimen organizado controla el 35 por ciento del territorio mexicano, de este lado del Bravo todo mundo levantó las cejas porque se tiene la certeza que los delincuentes controlan un porcentaje mucho mayor.
Y es que hay violencia en Baja California, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Sinaloa, Zacatecas, Nayarit, Jalisco, Guanajuato, Estado de México, Ciudad de México, Morelos, Michoacán, Guerrero, San Luis Potosí, Oaxaca, Quintana Roo, Veracruz y hasta en Chiapas donde las matanzas de las últimas semanas han puesto a esa entidad en la página roja de los medios de comunicación.
En Sonora, Durango y Tlaxcala ha crecido la violencia familiar y los feminicidios. Si se agregan estos tres estados a los 19 de arriba entonces estamos hablando de 22 entidades violentas. Dos tercios del territorio nacional. Bastante lejecitos del porcentaje que dio el general VanHerck.
Por otra parte, si de un universo de 194 países México está entre los 30 más violentos del mundo ¿de dónde saca López Obrador que estamos en paz?
Las balaceras y bloqueos carreteros con quema de autobuses se han vuelto cotidianos. En el Estado de México donde los delincuentes habían respetado a la capital Toluca, ahora se la están disputando y no precisamente con abrazos.
De acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad Pública, en los últimos meses se ha incrementado la violencia en el 20 por ciento de los 2 mil 470 municipios del país, donde se registran tasas de homicidios dolosos superiores a la media nacional.
Hay municipios como Doctor Coss y Los Aldamas al norte de Nuevo León, donde la tasa de homicidios es superior a la de dos países centroamericanos considerados entre los más violentos del planeta: El Salvador y Honduras.
En Doctor Coss se han registrado 735.2 asesinatos por cada 100 mil habitantes y en Los Aldamas 213.2 casos por cada 100 mil. Mientras que en El Salvador la tasa de asesinatos es de 82.84 por cada 100 mil habitantes y en Honduras es de 56.52 por cada 100 mil.
¿Cómo andamos en Veracruz?
De acuerdo con la Consultora TResearch, del 1 de diciembre del 2018 en que comenzó la gestión de Cuitláhuac García hasta ayer, Veracruz tiene registradas 3 mil 917 muertes violentas.
Este jueves el Presidente López Obrador reconoció que las cosas no andan bien y alertó: “Si no terminamos de pacificar a México, por más que se haya hecho no vamos a poder acreditar históricamente a nuestro gobierno”.
Es evidente que el señor está en otro canal porque la pacificación del país no ha comenzado, luego entonces está lejos de terminar. ¿Cómo puede decir que está pacificando cuando cada día son asesinadas en promedio 84 personas y cada doce horas muere de manera violenta una mujer? ¿Cómo puede hablar de esa manera cuando los números de su administración son más rojos que los de Calderón y Peña?
En su visita a Guerrero entidad en poder de 14 cárteles y donde la víspera fue secuestrada y asesinada una joven modista, se echó otra vez pa delante: “Llegaron a decir que era incontrolable el 35 por ciento del territorio nacional, dominado por completo por la delincuencia. Pues no, claro que el problema es muy focalizado, pero no es una situación generalizada en México. Afortunadamente hay paz y tranquilidad. Hay gobernabilidad”, dijo.
En efecto, no es una situación generalizada. De los 32 estados que tiene la federación, hay diez que milagrosamente se han salvado de ser infiltrados como en otras entidades y donde hay paz (relativa), tranquilidad (aceptable) y gobernabilidad (más o menos).
Pero en los 22 restantes la cosa está que arde y no lo quiere ver así.
El Presidente debe dejar de fantasear y enfrentar el lacerante problema de la violencia con inteligencia y pantalones. Los delincuentes le están ganando la partida y de seguir las cosas como van, antes de que termine su sexenio México será un Estado fallido o lo que es peor, un narco Estado. Y es que para allá va la nación con sus 126 millones de habitantes.
Si esto sucede, el único responsable ante la historia será él, Andrés Manuel López Obrador, que a estas alturas del partido de plano ya no se parece en nada ni a Madero ni a Benito Juárez. Si es que alguna vez sintió que estuvo a la altura de ellos.
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