Graciosa es una persona que hace gracia, que hace mucha gracia, pero como una cualidad agradable. Ridículo viene de “ridere”, que significa reír. A muchos les queda claro que no es lo mismo ser gracioso que ser ridículo. El gracioso suele ser espontáneo, grato, atractivo; hasta posee cierto donaire. Por ejemplo, una joven guapa es una joven agraciada, graciosa. Pero ridículo es un adjetivo que se aplica a algo raro, extravagante, extraño, irregular y de poco aprecio. Señor gobernador de Veracruz, usted no es gracioso, usted es ridículo; y los reporteros que lo incitan a las graciosadas que dice en sus conferencias de prensa sólo se están burlando de usted.
La última gracejada que dijo sobre los baños públicos en las gasolineras de Veracruz lo volvieron a colocar en la mira de los noticieros de todo el país. El problema es que no sólo usted queda en ridículo, sino que nosotros, como veracruzanos, también quedamos en ridículo. ¿De dónde le nace esa extravagancia que antes no le veíamos?
Puede ser que los resultados de las elecciones del 6 de junio le den una falsa confianza y por ello se siente capaz de hacer de sus conferencias mañaneras una especie de “stand up”, donde puede usted burlarse hasta de usted mismo, lo que es el principio de la comicidad. Pero usted no está en el cargo que ostenta para hacer reír a los veracruzanos, usted está para gobernar. Y mire que, ni nos hace reír ni nos sabe gobernar. Entienda gobernador, hacer el ridículo no es ser gracioso.
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