Eso es lo que debió hacer David León, quien grabara a los hermanos López Obrador recibiendo dinero de dudosa procedencia. Las precauciones de David León no son las de un prestamista, sino las de un mafioso. Los grabó en su oficina, en su sala, en el comedor y en una ocasión puso una cámara en el restaurante donde quedó de verse con Pío López Obrador. Por supuesto, la respuesta del presidente López Obrador era de esperarse.
No hay un hecho ilícito en la entrega de dineros dirigidos a él, para el presidente, quien se asume como el centro del universo, todos son ataques de sus adversarios en su contra. Lo que López Obrador debería entender es que su discurso de honestidad, de honradez, incluso su dicho “nosotros no somos como los otros”, ya quedó anulado, ya sólo son palabras al vacío.