Alberto Calderón P. / El ingenio del hombre para facilitar el traslado de mercancías y personas sobre rieles se remonta al siglo VI a. C. Los primeros vestigios los encontramos en una región de la antigua Grecia donde, con hendiduras excavadas en líneas paralelas sobre las piedras con una longitud aproximada de tres kilómetros, siguiendo el camino de Diolkos en el Istmo entre el golfo de Saronique y el de Corinto, se utilizaron para transportar embarcaciones sobre plataformas empujadas por esclavos, haciéndolo así durante unos 600 años. Con el paso del tiempo se idearon otros medios de transporte aprovechando a los cuadrúpedos domesticables para adaptarlos a artefactos movidos por ruedas con sus variantes.
En Gales en 1807 se hizo de una forma organizada el tránsito masivo de personas y mercancías con un objetivo definido, eran carruajes tirados por caballos sobre líneas de vía férrea paralelas, acortando tiempos y permitiendo un mayor volumen a trasladar con una ruta determinada. El carril de fierro vino a solucionar en gran medida los problemas de trasporte en las ciudades en constante crecimiento, con una circulación fija y más suave debido a lo lizo de las vías a diferencia de las calzadas empedradas. Esta novedosa tecnología se esparció por algunos países de Europa haciendo su arribo al continente americano con su primera parada en Nueva York en 1832, veinticuatro años después lo hace en México de forma apenas incipiente.
En nuestro país se otorgó la concesión a José Luis Hammecke en el año de 1856 para construir los primeros transportes urbanos jalados por tracción animal. La primera línea se tendió de México a Tacubaya. En 1861 se otorgó otra concesión para un tranvía de México a Chalco, tiempo después se extendería a San Ángel y Tlalpan; desde entonces comenzaron a tenderse más vías hacia otros puntos, lo que fue mejorando el tránsito. Estos fueron los primeros trenes de mulitas con que contó el país.
Ya para el año 1867, en nuestro Estado existían las rutas Veracruz a Medellín y Veracruz Boca de Potrero. En Orizaba el tren urbano de mulitas llega el 2 de noviembre de 1878, fue
inaugurado con una vía que trotaba de la estación del ferrocarril hasta el mercado con sus ramales y las paradas, convirtiéndose en una tradición a lo largo de la calle Real. En Tuxpan se inauguró una soleada mañana de julio en 1882 el famoso tranvía de mulitas, cuya ruta iniciaba en la Plazuela de la Rivera frente al río y daba vuelta por la antigua Av. Juárez, que sigue siendo la calle principal.
En Xalapa en 1876 comenzó la construcción para el servicio del tren de mulitas con dos rutas principales, una iniciaba en la parada del parque Narciso Mendoza (“el niño artillero”) a un costado de la iglesia de San José, pasaba los manantiales de Techacapa, recorría toda la ruta de lo que hoy es Xalapeños Ilustres llegando a la calle Real, bajaba por la calle de Santiaguito (Úrsulo Galván) llegando a la terminal a la altura del mercado “Los Sauces”. Un año después inicia operaciones con el propósito de facilitar la comercialización de los productos agrícolas de la región el tren de mulitas a Coatepec, obteniendo la concesión Ramón Zangroniz. En ocasiones los pasajeros transbordaban del tren de mulitas de la ciudad a este otro para continuar su viaje.
La otra ruta salía de la parte posterior de la Iglesia de San José sobre la calle Alcalde y García, subía la Calzada del Cementerio (calle 5 de febrero) llegando al único panteón de Xalapa a esperar a los pasajeros que venían del camino antiguo a Naolinco, continuaba por Guillermo Vélez (Poeta Jesús Díaz) bajaba la calle de Amargura (Revolución) hasta Nacional (Benito Juárez), tomaba la calle de la Raqueta (Carrillo Puerto) para llegar a la calle Real (Juan de la Luz Enríquez), como lo menciona Sergio R. Vásquez Zárate en Crónicas de Xalapa. Con la introducción de los vehículos de combustión interna en los años veinte del siglo pasado desaparecieron los trenes de mulitas y una era del transporte público en la ciudad.
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