Hace 13 años que murió mi amigo Roberto Williams; un 26 de junio de 2008. Tuve la fortuna de conocerlo y convivir con él en muchas aventuras; sí, aventuras. Viajamos a muchos rincones de Veracruz, compartimos muchas anécdotas. En memoria de mi amigo comparto esta anécdota que retrata al gran ser humano que era; la grandeza de un hombre reflejada en su humildad:
Así se llegó la Primavera del Milenio que se celebró en el Tajín en el año 2000. En esa ocasión Roberto me invitó a ir con él. Yo pensé que conocía a Roberto Williams, pero para ese entonces yo todavía ignoraba muchas cosas de él.
Me llamaba mucho la atención las reverencias que le hacían a mi amigo a su paso por la zona arqueológica. No entendía, pensé que como ya era una persona de edad las merecía. Esa primera tarde en el Tajín una mujer italiana narraba al público el mito del “Trueno Viejo”. Roberto se quedó a escucharla con respeto. La mujer hablaba en su relato de siete ancianos, de siete truenos. Esta diferencia llamó la atención de Roberto. Al terminar la mujer, Roberto se dirigió a ella con respeto y le preguntó dónde había escuchado esa versión, porque él conocía la de doce truenos. La mujer, arrogante y de manera despectiva le contestó como si se tratara de un impertinente: «Lo que pasa es hay muchas versiones».
Al día siguiente un vigilante no dejó que metiéramos el vochito blanco de Roberto al estacionamiento. Tuvimos que dejarlo en un lugar más lejos. A la entrada del Tajín reparé en el mural que hiciera el maestro Teodoro Cano, donde con imágenes en bajo relieve relata el mito del “Trueno Viejo”. Junto a las imágenes está inscrito en piedra el mito y al final la firma de mi amigo: R. Williams.
«¿A poco tú lo hiciste?», le pregunté a Roberto. Me dijo que sí y corrí a llamar al vigilante que no nos dejó meter el vochito de Roberto al estacionamiento. Henchido de orgullo le dije al policía: «Mire, mi amigo es quien rescató el mito del “Trueno Viejo”, y usted no nos dejaba entrar».
Camino a la zona arqueológica me acordé de la italiana que relató su versión del mito del “Trueno Viejo” y que lo había retado, entonces le reclamé: «Roberto, ¿por qué no le dijiste a la extranjera esa que tú habías rescatado el mito original?». Roberto Williams siguió de largo y en el camino me dijo: «El mito no es mío, el mito es del pueblo».
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