El peor error que ha cometido Andrés Manuel López Obrador, y que le podría costar muy caro, fue pelearse con la clase media mexicana. En estos momentos no hay un opositor con la suficiente potencia que puede vencer o restar fuerza al presidente de México, eso lo sabe muy bien el tabasqueño. La gran mayoría de los mexicanos sabe que tienen como presidente a un hombre obcecado y terco, un político que ve con tristeza como su mandato se achica por cada día que pasa. Tal vez sea por eso que calculó mal sus palabras contra muchos de los habitantes de la Ciudad de México, al manifestar su enojo por la división de la Ciudad a la que sirvió como jefe capitalino.
Su enojo es como la gripe, no lo puede ocultar, aunque lo disimule; sus comentarios socarrones, irónicos y de mal gusto contra una masa de habitantes que buscan mejorar y elevar su calidad de vida, son muy desafortunados. El presidente de México, antes que otra cosa, debe reconocer que se equivocó, debe ser humilde y pedir disculpas, sin embargo, esa escena los mexicanos nunca la verán.
Con el Ejecutivo federal pasa lo mismo, que al escorpión de la fábula que prefiere morir encima del lomo de un batracio, antes de traicionar su propia naturaleza. Es triste reconocerlo, pero el presidente tiene una naturaleza, vengativa y rencorosa, y si lo dudan por un momento, pregúntele a Ricardo Monreal, a quien ya le está preparando la cama, ya que el propio presidente le achaca la derrota en la Ciudad de México.
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