El propio presidente presume esa amistad y ellos se dejan querer. Los amigos de López Obrador son Rafael Barajas El Fisgón, el monero Hernández, el columnista de La Jornada Pedro Miguel; Antonio Helguera estaba ente ellos hasta su muerte hace unos días. La postura que enorgullece a estos comunicadores la declaró el propio Helguera en una feria del libro donde cuestionaron la falta de crítica al gobierno de López Obrador: «No tengo reparo alguno en decir que soy simpatizante absolutamente del gobierno de López Obrador… A cada rato me salen con la mamada de que ya no critico al gobierno. A ver güey, ¿por qué voy a criticar a un gobierno con el que estoy de acuerdo? Si la cagan, pues sí, como ayer. Pero no voy a ponerme a atacar a lo pendejo a un gobierno que esperé toda mi vida».
Todos los grandes maestros del periodismo siempre han hablado de la sana distancia que debe haber entre el periodista y el hombre en el poder; hablan de no dejarse seducir por éste, pues su cercanía anularía no sólo su objetividad sino su honestidad. Los amigos del presidente no cultivan esa sana distancia; los amigos del presidente perdieron el equilibrio, pero no se quieren dar cuenta.