A pocos meses de haber tomado la administración del ayuntamiento de Xalapa, Hipólito Rodríguez se dio cuenta de que la administración pública no era lo que él esperaba. El doctor en Ciencias Sociales estaba acostumbrado a un cubículo y a pervivir con los vicios de un instituto de investigación que les permite escribir artículos de baja calidad que pueden ser publicados en revistas que nadie lee o en libros de autor y con ello obtener puntos y grados. El afán de estos investigadores parásitos es entrar en el Sistema Nacional de Investigadores, para así poder seguir en la “hueva” de una profesión que poco, muy poco ha aportado a la sociedad.
Pero en el ayuntamiento de Xalapa había que tratar con personas de verdad, no con estadísticas. Y para eso, ya lo vimos, Hipólito Rodríguez es pésimo. Pero que todo quedara ahí. El alcalde de Xalapa también fue negligente, inepto, reculón, impertinente y hasta mandilón; la mujer lo obligó a poner una ciclovía de quinta, haciéndole creer que esa sería su obra magna; claro, también se ganó unos cuantos centavos en eso. Y a estas alturas de su administración, cuando ya está de salida, todavía se vuelve insolente.
Se va a desayunar a un lugar público, donde todos los actores políticos son entrevistados; harto de los periodistas y de la vida, cuando lo quieren entrevistar manda a los reporteros a volar. «No pues váyanse, mejor váyanse». Pobre imbécil, no se ha dado cuenta de que quien se va es él, pero al basurero de la historia. En unos meses Hipólito Rodríguez no merecerá ni siquiera ser llamado exalcalde de Xalapa.
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