El presidente López Obrador tuvo el valor de reconocer que, si bien él no era el culpable del asesinato de Abel Murrieta, candidato de Movimiento Ciudadano a la presidencia municipal de Cajeme, Sonora, sí podría ser el responsable: «Un crimen que yo lamento mucho en Cajeme, en el cual resulto, de acuerdo a la visión de este partido, el responsable. No sé si usaron la palabra culpable, porque puede ser que sea responsable pero no culpable». No podemos asegurar que Cuitláhuac García y el secretario de Gobierno, Éric Cisneros sean los culpables de alguna de las muertes de aspirantes a un puesto de elección popular en Veracruz.
No los vimos confabulando con los grupos criminales para que crearan un ambiente de pánico y con ello lograr disuadir que en algunos municipios apartados de Veracruz la gente decida mejor no salir a votar. No los vimos y si llegáramos a verlos, si llegáramos a grabarlos, ellos lo negarían todo. Sin embrago, así como el presidente asumió su responsabilidad en un sólo caso, Cuitláhuac y Éric deberían asumir su responsabilidad.
O están tan ocupados en jugar a la mala en estas elecciones que descuida la seguridad de los candidatos, o son negligentes y dejan que las cosas pasen, porque quieren aplicar la máxima: «A río revuelto, ganancia de pescadores». El artero asesinato del candidato a la presidencia municipal de Cazones de Herrera, René Tovar Tovar, es responsabilidad del gobierno; todas las demás muertes, atentados y secuestros también. Pero los pinacates que gobiernan Veracruz son incapaces de reconocer esa responsabilidad.
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