De entrada, muchas escuelas carecen de agua potable y muchas escuelas no cuentan con los recursos económicos para comparar gel o alcohol para sanitizar a los alumnos durante varias semanas. Además, aún quedan muchos padres de familia de mediana edad que aún no son vacunados y, desde luego, la población estudiantil no está vacunada.
Es cierto que el covid-19 no ha afectado tanto a los niños y adolescentes, sin embargo, el riesgo, aunque bajo, también está latente para ellos. Finalmente, la papa caliente quedará en manos de los padres de familia y de los maestros, muy a pesar de que las autoridades educativas de manera muy velada y soterrada quieran que los directivos conminen a los maestros a regresar de manera presencial a las aulas.