El jorocón mayor pisa fuerte, regaña, compone y descompone y nadie se atreve a contradecirlo. Su voz es la medida, no toma en cuenta opiniones y está acostumbrado a que las cosas se hagan como él dice. Sus más allegados saben que en la 4T no se mueve un solo papel sin la venia o el permiso del dueño de la franquicia llamada Morena. Haciendo memoria, recordemos que en elecciones pasadas se atrevió a decir: «¡Al diablo las instituciones!», por esa razón, sin traicionar su pasado, ahora que Andrés Manuel López Obrador es presidente, con la mano en la cintura y con un mohín de hastió, la agarra contra órganos constitucionales autónomos, como lo son el Instituto Nacional Electoral (INE) y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).
El Ejecutivo federal, con una amargura que no puede ocultar, señala que el retiro de las candidaturas de Félix Salgado Macedonio y Raúl Morón, postulados por Morena a las gubernaturas de Guerrero y Michoacán respectivamente, es un exceso y un «golpe a la incipiente democracia mexicana».
Sería bueno que alguien le diga al presidente que la determinación de estos entes autónomos no es un golpe contra la democracia, sino un tope contra las ambiciones personalistas de un hombre al que le costó 18 años llegar al poder y que, por tal motivo, no piense que por eso las instituciones deben de estar supeditadas a él. Ojalá y que estos entes autónomos sigan con arrojo y valor el camino de la legalidad, a pesar del enojo del número uno del país.
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