Pero la magistrada Yolanda Cecilia no lo hizo, antes bien, frente a los micrófonos de los reporteros sentenció: «Cualquier tarugo llega a magistrado, pero ahora hay que agregarle que cualquier tarugo o taruga llega a la presidencia del Tribunal, esto fue una puñalada a los veracruzanos, el Poder Judicial se está hundiendo y se va hundir más, lo van a ver ustedes». Y se hundió. Menos de dos años después, la impuesta presidenta del TSJ fue destituida y ahora inhabilitada.
¿Cuál fue su pecado? No entender que quienes la impusieron, el secretario de Gobierno y Gómez Casarín, sólo la querían como títere para hacer del Poder Judicial un balneario donde pudieran mostrarse desnudos y que nadie acusara sus defectos. Ahora, la destituida Sofía Martínez Huerta no podrá ocupar cargos públicos en 5 años; no le extrañe que un día toque a su puerta para venderle Avon.