«Mi madre necesitaba pintar la casa y pregunto a mis hermanos y a mí de qué color debía ser. Yo bromeé diciendo que podía pintar una bandera LGBTQIA +. Nos reímos y nos quedamos con eso», explicó. Pero Adriana se lo tomó muy en serio y puso manos a la obra. Bruno regresó a su casa en Río de Janeiro y a los días después se enteró de la sorpresa de la casa de colores de su madre cuando sus amigos le comenzaron a enviar fotos.
«Se suponía que iba a ser una sorpresa. Justo cuando comenzó a pintar, mis amigos me enviaron una foto. Me pareció genial, es un apoyo total. Es un acto de valentía y amor, el mundo de hoy es tan prejuicioso. Fue una forma de gritar respeto y respetar la diversidad», relató el joven.