Sergio González Levet / Me reporta una persona desde Xalapa que ayer domingo fue una jornada de vacunación ejemplar, de acuerdo con su experiencia personal: tiene más de 60 años, la primera letra de su nombre coincide con la que señalaron para el día y acudió al puesto de vacunación indicado, con los documentos y copias necesarios.
De acuerdo con lo que cuenta, llegó a las 11;50, presentó su credencial de elector en la entrada, en donde rápidamente cotejaron su domicilio y la primera letra de su apellido paterno.
Una vez traspasado el umbral, le indicaron una hilera de sillas en donde se iban sentando los llegados. Antes de cinco minutos, una muchacha con uniforme se acercó a él, le solicitó su identificación del INE, su CURP y su comprobante de domicilio. A partir de esos documentos, ella fue llenando un formato, que le entregó junto con una boleta de vacunación y una forma en la que autorizaba que se le aplicara la vacuna.
Casi a renglón seguido, pasó una enfermera que le tomó varios signos vitales: oxigenación de la sangre (95%, bien), temperatura corporal (35.8 grados centígrados, un poco baja, pero dentro de los límites de normalidad) y cantidad de latidos por minutos (75, también adecuada).
No pasaron cinco minutos de que se fue la enfermera y llegó un doctor, quien le hizo varias preguntas sobre su historial clínico: “¿Padece de diabetes? ¿Hipertensión? ¿Ha sufrido cáncer?”
Contestadas las preguntas -en este caso en sentido negativo, es decir, ninguna enfermedad crónico-degenerativa que reportar-, el doctor le indicó que caminara hacia un joven vestido con camiseta gris, quien le dijo que se acercara a una enfermera vestida de blanco que estaba a unos cinco metros. Ella le mostró una mesa de vacunación y le pidió que se sentara en la silla que estaba el frente. Hizo lo propio y un enfermero se dispuso a ponerla la inyección.
Nuestro personaje hizo algo que acostumbra: tomó aire profundamente tres veces, para oxigenar sus músculos y sentir menos molestia, y cuando volteó ya le habían inoculado la sustancia, que fue de marca Pfizer, según hicieron constar en un comprobante que le dieron en donde se indica también el lote de la vacuna, así como la fecha y la hora en que fue puesta. Este último documento deberá presentarlo cuando le apliquen la segunda dosis.
Me dicen que el Puerto también hubo una mejor organización, sobre todo a partir del segundo día.
Da gusto poder decir que algo está funcionando bien en México.
Y más gusto saber que se debe a la preparación del personal de salud, que durante décadas ha participado en las jornadas de vacunación nacional, en las que se han llegado a poner dosis a más de 12 millones de niños en una semana.
Y el orden se lo podemos agradecer a la educación de nuestros adultos mayores/viejos/ancianos, que tuvieron una buena escuela en su niñez y por tanto saben esperar con paciencia, obedecer las indicaciones y comportarse con amabilidad.
Algo es algo.
Comentarios