Salvador Muñoz / Mi ego cayó cuan largo es en el pavimento, después del tremendo derechazo verbal que me pusiera mi vecino Don Jorge… ya me iba, ya me retiraba, ya me había despedido, pero su voz me hizo voltear para recibir mero en la barbilla su pregunta: “¿Y a usted, cuándo le toca?”
Quizás las barbas blancas, o esas canas por un lado y por otro de mi cabellera, o las ojeras más pronunciadas por ya no ponerme lentes, es que “di el viejazo” y no me había dado cuenta.
Le respondí que no… que “todavía no me toca”… para no decirle que aún no soy de la tercera edad, pero creo que entendió que me refería a la letra para ya sólo pedir que me cuidara, mientras con sus 71 años encima, atravesara la calle rumbo a su casa.
Don Jorge detuvo mi caminata esa mañana. Se ve que tenía ganas de contar que ya estaba vacunado contra el Covid-19 y se le veía: no traía cubrebocas… de ese tamaño su confianza.. Me cuenta que el sábado acudió al estadio Heriberto Jara Corona pero no fue de los que pernoctó en el centro de vacunación. Siguió los consejos de algunos que le recomendaron que se fuera al medio día, porque iba a estar más tranquilo. Y llegó a las 13:15 horas.
–¿Y qué tal la fila– le pregunté…
–¡Como si fueran nueve cuadras!
Me cuenta que la fila iba desde el Estadio hasta como si fuera uno a la Clínica 11, y allí, en ese punto, se regresaba una, dos, tres veces en aquella calle, por eso calcula que la fila era como de nueve cuadras.
La fila avanzaba lentamente y había momentos en que se daban varios pasos para volver a la quietud, a la inmovilidad por varios y varios minutos… tuvo oportunidad de ver a servidores de la nación que hacían pasar directamente a algunas personas de la tercera edad que usaban bastón, silla de ruedas o que, como dice él, ya se veían muy viejitos, encorvados, cansados. Don Jorge, como les decía, con sus 71 años se ve fuerte… el cascarón en engañoso.
Don Jorge acepta haber cometido un error: no haber comido o almorzado. No pensó que se fuera a tardar tanto tiempo… ¿y a qué le llama tanto tiempo? ¡casi siete horas! Sí, desde la una de la tarde hasta más allá de las 19 horas sin bocado… si bien, cerca de la Clínica 11 hay varios puestos de comida, no se atrevió a comprar algunas de las tortas que por allí vendían o quizás algunos tacos… le dieron desconfianza.
Fue cerca de las siete de la noche que por fin se plantó frente a personal de Salud y tras los trámites correspondientes, recibió su vacuna. Ya estaba pensando en tomar el camión para enfilarse a Jardines de Xalapa cuando le dijeron que no, que se tenía que esperar media hora, sentado, por si “las recochinas reacciones”… el asunto es que si se salía antes de esperar ese lapso recomendado, le decía personal de salud, les podrían llamar la atención.
Agradece don Jorge la atención que recibió de personal de Salud, aunque sí cree que desplazarse de su domicilio hasta el Heriberto Jara Corona, es una distancia considerable. Piensa que bien se pudo ubicar un módulo de vacunación más cercano…
No le gusta hablar de política, me dice sin que yo se lo pregunte, porque no le gusta meter ideas a las otras personas, “no quiero ser una persona tóxica”, pero agradece a López Obrador por los apoyos que recibe, cuando me dice que su pensión es muy-muy bajita… lo felicito, en lo particular me da gusto que al menos no tenga la incertidumbre de estirar una pensión raquítica…
Ahora, me dice, a esperar 21 días, “o un mes –agrega– para la segunda dosis… me dijeron que no me desesperara”…
Me despido y apenas doy la espalda, me avienta el trancazo: “¿Y a usted, cuándo le toca?”
¡Ouch! ¡Sí dolió!
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