Bernardo Gutiérrez Parra / El genial escritor irlandés Oscar Wilde, dijo alguna vez que la ambición desmedida es el último refugio del fracaso. Y la frase le queda como guante al alcalde de Vega de Alatorre, Román Bastida Huesca, cuya excesiva codicia será su muerte política.
Bastida solicitó licencia a la alcaldía (que ocupa por tercera ocasión), en busca de la candidatura a la diputación local del Distrito VIII de Misantla, por la alianza “Juntos Haremos Historia” que conforman los partidos Morena, PT y PVEM. Pero su problema es que nunca ha levantado en las encuestas y a estas alturas del partido no se ve por dónde pueda repuntar.
¿Qué fue lo que hizo mal?
Todo.
En principio subestimó a sus contrincantes, en especial a uno: Rubén Darío Carrasco, que a pesar de ser nativo de Plan de las Hayas, comunidad de Juchique de Ferrer, era casi desconocido en el Distrito hasta hace apenas unos meses, y ahora encabeza todas las encuestas en las preferencias electorales.
Y su segundo error fue “jugársela” con Gonzalo Vicencio (el proscrito secretario estatal de Morena “en funciones de presidente”), al grado de patrocinarle el acarreo de militantes a la Ciudad de México con transporte incluido y toda la cosa, para protestar frente a la sede del Comité Nacional de ese partido porque lo dejaron fuera de la selección de candidatos.
Lo que pocos saben (y es la hora en que no lo ha desmentido el señalado), es que Gonzalo Vicencio habría “vendido” candidaturas, tanto a aspirantes a diputados como aspirantes a alcaldes. De eso se dieron cuenta en Morena y le dieron con la puerta en la nariz.
Lo demás ya lo sabes lector, Vicencio se fue de Morena a refugiarse en el partido satélite “Fuerza por México” y dejó colgados de la brocha a los incautos que le “compraron” las candidaturas.
Esto dio como resultado que aquellos que lo impulsaron en su campaña contra el gobernador Cuitláhuac García, tienen un lugar reservado en la congeladora política. Y uno de ellos es Román Bastida.
Lo anterior lo debió haber notado Román este fin de semana cuando convocó a medios de comunicación y a políticos afines a su proyecto, para dar a conocer su interés por llegar al Congreso local.
Decir que su convocatoria fue “pobre” es tratarlo con amabilidad. Los verdaderos líderes políticos de la región estaban reunidos, justo en el municipio de Vega de Alatorre, con la figura que hoy por hoy los ha convencido de que es la mejor opción para el Distrito VIII: el joven empresario Rubén Darío Carrasco.
De hecho, de no ser Rubén uno de los aspirantes, ni así aumentarían las posibilidades de Román por llegar a la candidatura, pues reitero, va en los últimos lugares de las encuestas y eso no tiene remedio.
Apostarle al caballo equivocado no fue su única pifia. Inoculado con el virus del poder, soñó con que aparte de ser diputado local, podría seguir controlando el ayuntamiento de Vega de Alatorre que tan buenos dividendos le ha dejado, y para eso impulsó, presionó y chantajeó hasta convencer a los partidos que integran la alianza “Juntos Haremos Historia”, para que postularan a su esposa como candidata a sucederlo en la alcaldía.
Esto en lugar de unir, alborotó la gallera en aquel municipio y multiplicó a sus rivales políticos.
Lo anterior lo saben en Palacio de Gobierno donde Román ya les colmó el plato, pero lo han dejado hacer. Y para que no se queje de que lo bloquearon lo dejaron participar en la contienda interna.
Lo que Román no sabe o pretende ignorar por su ambición desmedida, es que en el distrito de Misantla, los principales grupos políticos de Morena, PT y PVEM, ya saben por dónde va la “línea”.
Y es que esa ambición no le deja ver que si sembró abrojo, jamás cosechará margaritas.
Comentarios