Ahora resulta que el zorrillo francés que tanto nos divertía, y que ponía en aprietos a las gatitas que confundía con zorrillitas, debe desaparecer. La excusa, pues que Pepe Le Pew es un acosador. ¡No mamen! Y luego salen con que Speedy González también debe desaparecer, pues es una versión racista del mexicano; pero si el ratoncito siempre le daba en la madre al gato gringo.
Al rato van a querer quemar en leña a Bugs Bunny, quien para salir de las trampas en que lo metía Sam Bigotes, a veces se travestía de campirana y sus buenos besotes le pegaba a Sam y a Elmer Gruñón. Déjense de ociosidades, dejen en paz la diversión que nos hizo felices en la infancia. Pónganse a ver los problemas reales y dejen de estigmatizar las caricaturas.