A mí no me lo cuentan. Yo iba en mi auto escuchando el noticiero que en su momento conducía Mario Lozano Carbonell y le escuché quejarse de que en el gobierno no había dinero, que escaseaba incluso el dinero para el “chayo”; eso dijo Mario Lozano de forma muy claridosa. Lozano Carbonell es muy celebrado por varios compañeros periodistas, curiosamente de esas épocas del buen “chayo”, cuando Fidel todo lo arreglaba con dinero, con embutes. Celebran la llegada de Lozano porque él sí tiene oficio y sabe quién es quién en los medios informativos; pero no se nos debe olvidar que él fue duartistas, de esos de zapatos rojos, cinturón rojo y cartera roja.
Ahora bien, muchos también celebran la llegada de Mario Lozano a la Comunicación Social de la Fiscalía del Estado, porque sustituye al nefasto Jair García, un reporterillo que pensó que tocaba las puertas del cielo con ese puesto temporal. Nunca entendió Jair García que él sólo ocupaba el puesto de vocero de una fiscal espuria, de decisiones y arrebatos espurios; Jair García se puso a pelear con los periodistas que criticaban a su jefa espuria, pensando que también eran sus enemigos.
Como diría el filósofo José José, «pobre tonto, ingenuo y charlatán». Nunca supo llevar la oficina, nunca supo ser vocero, antes bien era todo lo contrario, un demudador; personaje que solo disfrazaba la tragedia, el caos y la ineficiencia de una Fiscalía espuria. Pero bueno, llega Lozano Carbonell quien al menos sabe qué se debe hacer en momentos de crisis; pero claro, con una jefa como la espuria Verónica Hernández Giadáns, hasta al mejor cazador se le puede ir la liebre.
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