Sergio González Levet / No sé cuántas vayan, pero en verdad que ya hemos perdido la cuenta de las veces que la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha terminado anulando las modificaciones que han pretendido hacer el Gobierno de Veracruz y la Legislatura local a leyes estatales de toda laya, en su afán de imponer condiciones más, digamos, “apropiadas” para mandar de manera más cómoda y menos vigilada, muy en la costumbre de Andrés Manuel López Obrador y su Cuarta Transformación.
Ya se ha vuelto una acción superflua la de los diputados morrenos que votan leyes en el Congreso estatal, para que poco después sean desechadas por sus notorias fallas, tanto en su contenido y forma, como en el procedimiento.
“¿Qué no entienden? ¿Qué no comprenden?”, nos decía el profesor Guillermo Pelayo Rangel en la primaria Manuel Gutiérrez Zamora de Misantla, cuando quienes éramos sus alumnos no alcanzábamos a apropiar con la rapidez suficiente algún nuevo conocimiento de los muchos que nos trasmitió en su larga carrera de docente bien preparado y con vocación.
Pues no, los funcionarios del Góber Cuitla y los diputados de la fracción mayoritaria y sus aliados en la representación jarocha nadamás no han podido dilucidar cómo es esa cosa de la gobernanza, y en verdad que -al igual que su líder- cada que abren la boca dicen una estulticiada, con perdón del neologismo, y/o cometen un error mayúsculo, que por lo general aprovecha la oposición para interponer los recursos que permite la ley y echar para atrás cualquier jugada, por colmilluda que les pueda parecer a sus promotores.
Hay un camino empedrado al infierno desde que salen las ocurrencias de cualquiera de las oficinas de Palacio de Gobierno o del corrillo de asesores oficiosos que trabajan como amigos del Gobernador más burlado de nuestra historia.
No han entendido los nuevos hombres en el poder estatal que tienen la posibilidad de estudiar acuciosamente para aprender cómo deben ser los manejos públicos del dinero, de la política y de la ética.
Estos señoritingos llegaron a echar a perder en la etapa del aprendizaje, como es común. Pero tal vez por pereza, o por incapacidad mental, o de plano por soberbia, lo siguen haciendo igual de mal, una vez que han pasado dos años de tan mala administración.
Parecieran un ciego que pretende manejar un coche o un hombre sin piernas que quiere correr un maratón o una mujer sin corazón que ensaya amar a alguien.
Dice el dicho que el juego que mejor juegas es el que más te gusta, y a contrapelo, los morrenos que llegaron a gobernar deben estar aburridos, cansados, apanicados ante lo imposible que les resulta desentrañar los misterios de la administración pública y el trato con la gente del pueblo, de ése al que dicen pertenecer.
Da vergüenza ajena ver tantas sonrisas socarronas cuando en los medios y en las redes se vuelven una vez más tendencia algunas de las burradas que se cometen desde los tres poderes del Gobierno de Veracruz y las oficinas dizque autónomas.
Es seguro que no van a aprender, porque no pueden y no quieren. Así que nos queda solamente pedir que se vayan pronto, o antes, para que nuestro querido Veracruz deje de ser la burla nacional.
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