Bernardo Gutiérrez Parra / El 31 de diciembre venció el plazo de dos años que pidió el Presidente López Obrador para acabar con la violencia. Como recordarás lector, antes de asumir el cargo dijo que para resolver ese asunto le bastaba un año. Pero en noviembre del 2019, cuando le dijeron que ese año sería el más violento de la historia reciente, pidió otro “para pacificar al país y para que esto cambie por completo”.
Y nada cambió.
Al hacer el balance sobre seguridad en el 2020 el subsecretario de la SSPC, Ricardo Mejía Berdeja, dijo una barbaridad. “Desde 2019 hay una desaceleración pronunciada en el crecimiento de los homicidios. Se logró una contención y para este año estimamos una disminución por primera vez desde el 2014”.
Ese comentario fue una cínica mentira.
En 2018 Enrique Peña Nieto se fue dejando un reguero de 33 mil 341 cadáveres producto de asesinatos dolosos; un año después López Obrador dejó un reguero aún mayor al contabilizarse 36 mil 476 homicidios. Hasta noviembre del año anterior se tenía un registro de 35 mil 956 asesinatos, pero las cifras de diciembre no tardan en decirnos que el 2020 será más violento que el 2019, que a su vez fue más violento que el 2018.
¿De dónde saca Mejía Berdeja que hay una “desaceleración pronunciada” de homicidios, cuando los asesinos no han quitado el pie del acelerador ni el dedo del gatillo?
En apenas dos años de la 4T van contabilizados 72 mil 432 asesinatos dolosos. De seguir la tendencia, a finales del 2021 los números de Andrés Manuel igualarán o superarán a los de sus antecesores. Y es que durante la administración de Felipe Calderón hubo 102 mil 859 asesinatos con violencia, mientras que con Enrique Peña fueron 104 mil 674. La diferencia entre los muertos de AMLO con los que dejó Calderón es de 30 mil en números redondos, mientras que con Peña es de 32 mil.
Si este año el gobierno de Andrés Manuel vuelve a contabilizar 35 mil asesinatos o más, habrá rebasado el número de muertes violentas de sus antecesores. Lo que nadie le quita es que en este sexenio están matando 50% más personas que en los dos sexenios anteriores.
Como candidato López Obrador se pitorreó de las medidas para enfrentar a la delincuencia de Felipe y Enrique y faroleó al asegurar que él sí podría contra los malos, pero como presidente sus números lo están exhibiendo y lo dejan muy mal parado.
Si por un milagro de Dios este día pararan las matanzas, si ya no hubiera un asesinado más, como quiera que sea su gobierno pasará a la historia como el más violento en tiempos recientes. Pero ese milagro está a años luz de ocurrir.
Por otro lado, si siguen sin bajar los crímenes violentos, al final de su mandato estará entregando un país con alrededor de 210 mil muertos, más los acumulados por la pandemia, más los niños con cáncer y más 10 millones de pobres (hasta ahora) que juntó en apenas dos años.
Es decir, entregará un gigantesco cementerio con millones de precaristas deambulando a su alrededor.
López Obrador pidió dos años para parar la violencia en el país y no pudo. Dijo que en nueve meses crearía 2 millones de empleos y tampoco pudo.
Ahora pedirá más tiempo para pacificarlo, para sacarlo del hoyo económico, para crear 4 millones de empleos anuales y para acabar con la pobreza. Pero nada de eso cumplirá porque su fuerte no es gobernar. Su fuerte es engañar. [email protected]
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