Arturo Reyes Isidoro / Sí, pese al mal tiempo que imperó ayer por la tarde en Xalapa, al atasco de vehículos –como dicen los españoles–, al gentío que invadía plazas y grandes centros comerciales, y al riesgo del contagio de Covid, me aventuré a salir a buscar el más fuerte y amplio paraguas para protegerme ¡de la tormenta de mensajes y propaganda de los partidos políticos!, que nos va a caer una vez que se inició formalmente el proceso electoral local 2020-2021.
Entre todo lo que se dijo, me llamó la atención la declaración del dirigente estatal del PRD, Sergio Cadena Martínez, en el sentido de que el actual sistema político ya se agotó y que necesita ser renovado y actualizado con urgencia. Creo que ahí está el quid del asunto. Como dice el refrán, renovarse o morir.
Vamos a una contienda en la que las dirigencias y los partidos que no entiendan que no puede seguir prevaleciendo más de lo mismo, en el pecado llevarán la penitencia.
El proceso es una prueba para ver quién está preparado para entender y enfrentar el nuevo escenario marcado por la crisis que causó la pandemia de coronavirus y que obligó al mundo entero, incluido Veracruz, claro está, a quienes todavía no lo habían hecho, a insertarse, a migrar y a vivir de lleno en la era digital, lo que acabó de cambiar la forma de vida que vivimos hasta febrero pasado cuando llegó el Covid.
Ayer me llamó la atención lo que se publicó en la columna Bajo Reserva Exprés de El Universal, de que el lunes la Comisión Permanente del PAN aprobará la suscripción del convenio de coalición parcial con el PRI y el PRD, pero que además se comprometerán formalmente a no presentar candidatos impresentables, ni personajes con dudoso pasado.
Aunque esa debió ser siempre la normalidad, ninguno de esos partidos pudo evitar caer en la tentación de presentar y apoyar a personajes de la peor calaña, que nunca tuvieron ni han tenido como objetivo central el verdadero servicio público, sino que aspiraron –y todavía aspiran– a llegar al poder revestidos de corsarios en busca del botín que significa el tesoro público.
Si lo que pretenden los panistas se lleva a la práctica, entonces muchos, cientos, miles de mal llamados políticos que una vez más aspiran a obtener una candidatura y un cargo de elección popular, ya no tendrán nada que hacer porque están señalados y marcados por su pasado, no dudoso sino cierto, de haber abusado del poder y su lugar debiera ser no el espacio público sino la cárcel.
El reto para los tres grandes partidos tradicionales no solo es ganar la elección sino demostrar, y demostrarse, que son capaces de cambiar, de echar al cesto de la historia viejos vicios y prácticas, que, como castigo del electorado, los llevó al sitio que ocupan ahora y que los ha empujado a buscar unirse para tratar de recuperar la posición de privilegio que ocuparon.
No es fácil. Al menos no lo veo fácil. Ahí es donde entra el aserto de Sergio Cadena, que se advierte que tiene una buena perspectiva del presente y del futuro. El electorado y la base militante de los mismos partidos están cansados de ver cómo los mismos dirigentes o sus más altos representativos –senadores, diputados, alcaldes, o exsenadores, exdiputados y exalcaldes– han tomado el ejercicio político partidista como un patrimonio personal y ponen e imponen como candidatos a sus esposas, a sus hijas, a sus hermanos, y a toda la parentela que pueden, aunque no tengan ningún mérito o suficientes méritos para llegar a ocupar un cargo.
De verdad quiero ver la lista de candidatos que propondrán. Si los partidos mencionados quieren tener posibilidades de recuperar terreno tienen que demostrar que vienen y van en serio. Si salen con lo mismo, no solo se hundirán más, sino que decepcionarán a quienes creen que han aprendido la lección y los van a rescatar del actual gobierno con el que no están de acuerdo.
El sistema está agotado hace mucho. En el Estado se pensó que el gobierno anterior de Miguel Ángel Yunes era, traía la solución; que si en dos años no cambiaba el estado de cosas al menos iba a sentar las bases para hacerlo. Fue una gran decepción. Vino entonces el relevo y se dijo que, ahora sí, con el gobierno de Cuitláhuac García, de Morena, entraríamos a la tierra prometida. En dos años, otra gran decepción.
Si fallan, está la esperanza de que los nuevos partidos locales puedan lograr la hazaña que no puedan los grandes. A sus dirigentes los veo animados por los mejores propósitos, porque saben que están ante la gran oportunidad de llenar el vacío que están dejando los tradicionales. Avanzarán y ganarán terreno si entienden que tienen que llegar con la visión de una nueva sociedad que ya no quiere más de lo mismo ni estancarse en el pasado, así sea reciente.
El futuro espera con ansias a la dirigencia, al partido que entienda y esté preparado para el nuevo escenario, que no venga imbuido de gatopardismo de cambiar para que nada cambie. Otras voces ayer hablaron de desplazar al populismo, sí, pero no hicieron propuestas. Los partidos tienen que reinventarse.
Si la oposición no está a la altura de las circunstancias, si deja pasar la oportunidad de capitalizar el descontento que hay con los gobiernos de Morena, entonces surgirá el nuevo PRI que gobierne quizá otros setenta años, sin posibilidad de contrapesos, tan urgentes como necesarios. De ese tamaño es su reto. Pero, como dice La Bamba, se necesita una escalera grande y otra chiquita.
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