El amor en los tiempos del cólera

El amor e los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez FOTO: WEB
- en Opinión

Fernando Padilla Farfán / Hace 35 años se publicó la novela El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel José de la Concordia García Márquez, popularmente conocido como Gabo.

Se le considera como uno de los escritores más prolíficos en materia literaria, con un estilo tan específico que los críticos lo comparan con Miguel de Cervantes de Saavedra; lo que lo hace trascender como un hombre de valores, de trato sencillo, directo y su irreprimible fobia a los micrófonos y cámaras de televisión. Cierto, García Márquez nunca fue a la política, los políticos iban a él. Sus grandes dimensiones literarias contrastaban enormemente con su despreocupada forma de vestir.

Mundialmente se le reconoció el escrupuloso manejo del lenguaje. La estructura de sus ideas la realizaba con el mejor sentido de la propiedad. En ningún momento dejó de ser dueño de sus ideas y de sus palabras. Sus notas y artículos periodísticos lo colocaron en el camino del gusto por la escritura novelesca. Es en esa actividad que aprende, y muy bien, a plasmar en papel lo que ve, lo que escucha, lo que sabe y se entera. Sus novelas son el espejo de las costumbres y las historias de la gente de los pueblos. Nunca regateó el uso de las palabras correctas para que el lector convirtiera los textos en imágenes.

Sin embargo, a pesar de su rica producción literaria y sus 87 años al momento de su muerte, no han sido pocos los que siguen hablando de una gran pérdida. “El mundo de las letras perdió a su más dilecto representante”, dicen.

Realmente no es necesario llegar a expresiones tan voladas, para ver en su correcta dimensión al escritor más grande de los tiempos modernos. Veamos por qué.

El conocidísimo “Gabo” vivió hasta los 87 años en condiciones físicas bastante aceptables. Para cualquier mortal esa edad es una de las más caras aspiraciones de vida. Nadie quiere morir joven por malversada que lleve su vida.

Gabriel García Márquez nació en Aracataca el 6 de marzo de 1927. Lo criaron sus abuelos maternos y sus tías, pues sus padres, el telegrafista Gabriel Eligio García y Luisa Santiaga Márquez, se fueron a vivir a la población de Sucre, cuando el pequeño Gabriel contaba sólo cinco años. Ahí, don Gabriel Eligio abrió una farmacia y Luisa Santiaga daría a luz a la mayoría de los once hijos del matrimonio.

El abuelo del futuro Nobel, el coronel Nicolás Márquez, veterano de la guerra de los Mil Días, le contaba a Gabriel historias de su juventud y de las guerras civiles del siglo XIX. También lo llevaba al circo y al cine. Doña Tranquilina Iguarán, pasaba los días contando fábulas y leyendas familiares, mientras organizaba la vida de los miembros de la casa de acuerdo con los mensajes que recibía en sueños. Ella fue la fuente de la visión mágica, supersticiosa y sobrenatural de la realidad. Entre sus tías, la que más lo marcó fue Francisca, quien tejió su propio sudario para dar fin a su vida.

Gabriel García Márquez aprendió a escribir a los cinco años, en el colegio Montessori de Aracataca, con la joven profesora Rosa Elena Fergusson, quien le inculcó la puntualidad y el hábito de escribir directamente en las cuartillas, sin borrador.

A la edad de diez años ya escribía versos humorísticos.

Sus recorridos en barco de vapor, el río Magdalena, principal arteria fluvial del país y el incontenible aluvión de historias y leyendas oídas de sus abuelos y sus tías, configuran el substrato mítico del que García Márquez partiría para la composición de Cien años de soledad y la mayor parte de sus obras.

En los años de estudiante en Zipaquirá, Gabriel García Márquez se dedicaba a pintar gatos, burros y rosas, y a hacer caricaturas del rector y demás compañeros de curso. En 1945 escribió unos sonetos y poemas octosílabos inspirados en una novia que tenía. Son uno de los pocos intentos del escritor por versificar.

Estudió leyes en Bogotá, pero no se graduó.

En 1947 publicó su primer cuento: La tercera resignación. A las pocas semanas apareció un segundo cuento: Eva está dentro de un gato.

Mediado el siglo XX, García Márquez situó la narrativa hispanoamericana en la primera línea de la literatura mundial con la publicación de Cien años de soledad (1967). Obra cumbre del llamado realismo mágico.

Como pocos, Gabo estuvo dotado de un prodigioso “don de contar”.

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