Bernardo Gutiérrez Parra / Pocos lo recuerdan, pero las primeras víctimas de la violencia que hoy vivimos fueron unos presuntos narcotraficantes cuyas cabezas fueron separadas del tronco. A ellos les siguieron los cuerpos de varios hombres a los que literalmente desmembraron. Esto ocurrió en los últimos meses del sexenio de Vicente Fox y aquello fue un escándalo.
Como reportero que cubrí la fuente policiaca, no me sorprendieron tanto los asesinatos como el asombro de una sociedad que no daba crédito a que se estuvieran cometiendo crímenes tan atroces.
Pero en escasos 14 años hemos pasado del asombro y el pasmo, a la indiferencia.
Si en aquel tiempo (entre octubre y noviembre del 2006) esos crímenes provocaron titulares de ocho columnas y sesudos análisis periodísticos, en la actualidad son parte de lo cotidiano y ya no asombran a nadie.
Lo mismo sucedió con los feminicidios, aquellos que comenzaron en Ciudad Juárez. Primero fue el estupor y la conmoción, después la pura indolencia.
No sé tu lector, pero yo nunca he escuchado en el Día Internacional de la Mujer (por poner un ejemplo), que alguna autoridad haya dicho que en tal o cual entidad federativa bajaron las agresiones a las mujeres y los feminicidios. Cada año las cifras son mayores y cada año la impunidad crece.
Días como ese se han convertido en un rosario de quejas, reclamos y críticas a las autoridades por no atender esas dos pandemias. Pero también han servido de plataforma para que sujetos sin escrúpulos prometan como candidatos lo que después se niegan a resolver como gobierno. Y no sólo me refiero a las agresiones a las mujeres y los feminicidios, sino a los crímenes en general.
Ayer miércoles y en el marco del Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer, Reina Margarita Domínguez Rascón, coordinadora de la mujer de Redes Sociales Progresistas, dijo que 175 mujeres veracruzanas han sido cruelmente asesinadas desde que comenzó la gestión del gobernador Cuitláhuac García Jiménez.
De esas víctimas, 71 fueron ultimadas de enero a octubre de este año.
Desde noviembre del 2016, en que se decretó en Veracruz la alerta de violencia de genero por feminicidio, han sido asesinadas 434 mujeres. Y lo más escalofriante es que de estos delitos apenas hay sentencias condenatorias al 7 % de los victimarios.
Veracruz sigue ocupando uno de los primeros lugares a nivel nacional en feminicidios, así como en impunidad para los feminicidas.
Con el asesinato de 175 mujeres en el lapso de dos años era para que la sociedad en pleno alzara la voz y exigiera a las autoridades el pronto esclarecimiento de estos hechos, la detención de los responsables y leyes más duras para acabar o al menos inhibir esta pandemia.
Pero nada ha sucedido.
Del 2010 a la fecha han asesinado en Veracruz a 24 periodistas lo que pone a la entidad en primer lugar nacional en ese renglón. Y en lo que va de la actual administración se han registrado cinco asesinatos.
¿Han sido noticia estas muertes? Sí, por una semana a lo más. Y sin excepción ninguna ocupó las ocho columnas.
De acuerdo con estimaciones del propio gobierno federal, para diciembre de este año la cifra de asesinatos dolosos superará los 40 mil con lo que el 2020 se convertirá en el año más violento del que se tenga registro. Por arriba del 2019 que hasta ahora es el año más violento.
En cualquier país del planeta una cantidad así de grande de asesinatos sería un escándalo nacional que le hubiera costado el puesto al encargado de la seguridad, pero aquí no. Aquí lo premiaron con una candidatura para que gobierne Sonora.
¿A qué se debe tanta apatía? A una sola razón. Son tantas las muertes violentas, tantos los secuestrados, los cercenados, los extorsionados y los feminicidios cotidianos, que ya perdimos nuestra capacidad de asombro.
Hasta eso nos han quitado los malosos y las autoridades con su supina ineficiencia.
Y esto no deja de ser una tristeza, en medio de la tragedia.
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