Bernardo Gutiérrez Parra / A casi dos años de que Andrés Manuel López Obrador se terció la banda presidencial, un recuento de lo que ha sido su mandato lo coloca como el Presidente más demoledor y autoritario que ha tenido el país. Un remedo de Atila, pero nopalero, que comenzó su gobierno con la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México “porque había mucha corrupción”.
Si en efecto la había, hasta ahora no se ha comprobado un solo acto de corrupción en esa obra cuyo cierre costó 120 mil millones de pesos (independientemente de los 100 mil millones que ya se habían invertido) y dejó sin empleo directo a 70 mil trabajadores.
Luego vino el cierre de 9 mil 200 estancias infantiles donde se atendía a más de 315 mil niñas y niños. López Obrador dijo que se cerraban “porque había mucha corrupción” aunque sólo se encontraron delitos de corrupción en siete de ellas.
Es decir, Andrés Manuel no podó la rama que estaba podrida, tiró todo el árbol.
Más adelante cerró el Seguro Popular que atendía desde un raspón hasta una cirugía mayor y se había convertido en una bendición para 20 millones de mexicanos sin IMSS o ISSSTE. Y lo reemplazó por el Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI) que tiene en el abandono a esos 20 millones de mexicanos.
Andrés Manuel desapareció también el Programa de Empleo Temporal y Progresa. ¿Por qué los desapareció? Porque había mucha corrupción. ¿Con qué los sustituyó? Con nada.
Luego vino el pleito con las farmacéuticas que dejó sin medicamentos a los hospitales y sin medicinas a niños con cáncer, lo que ha provocado que más de 30 de estos niños murieran. Esto aquí y en China es un crimen, pero el Presidente ni por enterado.
Después vino el brutal recorte a todas las dependencias de gobierno por “austeridad republicana” y de un plumazo se quedaron sin chamba 2 millones 400 mil burócratas. Eso fue el año anterior, porque este año se quedaron sin empleo 3 millones 500 mil trabajadores.
La rifa de un avión que nomás no pudo vender fue un fiasco, un gran fiasco que pagó con sus impuestos el pueblo de México.
Mientras otros gobiernos abrieron la cartera y ofrecieron apoyos en efectivo para reactivar la economía por la pandemia del Covid-19; López Obrador ofreció un millón de microcréditos (de 25 mil pesos cada uno y nada de apoyo ¿eh? Te presto y me pagas) a igual número de micro, pequeños y medianos empresarios.
El problema es que existen 4 millones de estos empresarios y más de tres millones se quedaron sin ese crédito, por lo que cientos de miles tuvieron que cerrar en definitiva.
Luego vino la desaparición de 109 Fideicomisos que eran la tablita de salvación de los estados, municipios, estudiantes, cineastas, científicos, investigadores, deportistas y miles y miles de personas humildes. Y desaparecieron bajo la misma cantaleta: todos estaban corrompidos. Bórrenlos y el dinero lo manejaré yo, dijo el Presidente y así se hizo.
México es uno de los países que peor ha manejado los problemas derivados de la pandemia, principalmente porque el gobierno de López Obrador no ha seguido las recomendaciones de la OMS, sin embargo: “Gracias a la estrategia de aplanar la curva, el sistema de Salud no está rebasado” dijo este domingo en Texcoco, cuando van 101 mil 676 muertes y 1 millón 41 mil 875 contagios.
¿Cuál curva aplanada si los muertos se multiplican por cientos cada día y somos el cuarto país a nivel mundial con más fallecidos y contagiados?
Falta un mes y diez días para que se cumpla el plazo de dos años que pidió para que bajen los niveles de violencia en la República. Pero más de 33 mil asesinatos violentos en lo que va de este año dicen que no podrá cumplir su promesa.
¿Dónde está el México que crecería un 4% en el 2020? Quién sabe. En el México real el decrecimiento este año será de -9% con la tasa de desempleo más alta desde 1930.
¿Y los pobres? Multiplicándose.
Cuando llegó al gobierno había 52 millones (lo que ya era una barbaridad) y en dos años han aumentado a 70 millones.
Eso sí, para los pobres todo, pero todo lo malo. Hasta millones de litros cúbicos de agua como los que bañaron la zona Chontal por el desfogue de la presa Peñitas. Sin ningún tapujo, López Obrador dijo que ordenó abrir las compuertas de la presa e inundar a los más pobres (sin antes desalojarlos), para salvar a Villahermosa de una segura inundación.
Partió el alma ver tanta devastación provocada a propósito. Bien visto, esto es un crimen de lesa humanidad porque miles de indígenas fueron víctimas de una premeditada arbitrariedad.
En dos años López Obrador ha pasado de Presidente a dios, juez y verdugo de aquellos que no se pliegan a sus caprichos. Y está dejando tras de sí un país en ruinas por sus pésimas políticas públicas y chorreando en sangre por la violencia.
Lo que comenzó con la cancelación del NAIM ha ido creciendo hasta convertirse en un rosario de barbaridades, arbitrariedades, abusos de poder y por lo mismo, violaciones a la Constitución.
Al hablar sobre las inundaciones del pueblo Chontal, el payaso Brozo dijo la que para mi es la frase más atinada para describir estos atropellos y la grotesca mascarada en que se ha convertido la 4T, cuyo líder se ha dedicado a cancelar y desaparecer obras e instituciones: “Lo que vimos en Tabasco es la foto entera del país y el informe presidencial de sus dos primeros años”.
Gran verdad, dos años que alejan al tabasqueño de estar junto al pedestal de Juárez como es su anhelo, pero que lo acercan a la sala de un juzgado penal para cuando termine su presidencia.
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