Murió César del Ángel, el líder de los 400 Pueblos y el hijo toma el trono de cuero, el trono desnudo de un delincuente que hasta el último día d su vida respiró vileza. César del Ángel fue un delincuente con fuero en los gobiernos de Fidel Herrera y de Javier Duarte; hizo lo que se le pegó la gana y recibió millones por montar su espectáculo denigrante. Los 400 Pueblos fueron instrumento de venganza, de presión.
Se alquilaban para dañar reputaciones, para dañar la moral de la gente. Pagaban a niñas y niños para que se desnudaran y mostraran su miseria; explotaban a ancianos, a quienes les robaban la dignidad. Ahora, después de una confortable ausencia, regresan a Xalapa. ¿A qué? Piden cárcel para Yunes Linares y justicia para César del Ángel.
En los reclamos que hacen se puede advertir quién los alquiló, quien les paga; porque ellos no se mueven a menos que les paguen. Sabemos que la misma esencia que hay en los 400 Pueblos es la que domina las oficinas de la Secretaría de Gobierno. Póngale usted un taparrabos a Éric Cisneros y de inmediato se mimetizará con los 400 Pueblos. ¿Quién los patrocina? Alguien igual a ellos.
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