Sergio González Levet / Quienes me hacen el favor de seguir esta columna recordarán que hace algunas semanas hablé de un buen amigo y su larga espera para recibir la “aportación” que da el Presidente, mediante el programa 68 y Más.
Conté, si recuerdan, que nuestro personaje se acercó a apuntarse al programa cuando era 65 y Más y él había cumplido esa bonita edad, pero con tan mala suerte que ese mismo día había cambiado a 68 y Más, por lo que tuvo que esperar tres largos años para acceder a la oficina de la Secretaría del Bienestar correspondiente, lo que hizo el mismo día que arribó a los luminosos 68 años de edad.
Entregó sus papeles, se los tomaron de buena fe, lo registraron finalmente… y le dijeron que debía esperar tres meses para ver si había sido aceptada su solicitud.
No todo en esta vida son penas y desgracias, así que nuestro héroe recibió la buena nueva a través de una llamada telefónica en la que una voz dulce, morrena y femenina le dijo que había sido aceptado y que en unos días podría pasar a recoger su Tarjeta de Bienestar.
Fue en la fecha (primeros días de octubre) al lugar señalado y en efecto, después de hacerlo esperar media hora -que para él fue un suspiro, después de tantos meses haciendo paciencia- le dieron una tarjeta de débito del Banco Azteca.
No, aún no tenía ningún depósito la cuenta, pero una amable señorita, dulce y morrena también, le informó con voz segura y confiada que en 15 días hábiles podía acudir a la sucursal de Banco Azteca (BA) más cercana a su corazón o a su casa, para que ahí le habilitaran el plástico y pudiera disponer del beneficio universal que otorga bimestralmente el Gobierno de la Espera…nza.
Banco Azteca… sí, la institución financiera preferida del régimen, propiedad del amigo Ricardo Salinas Pliego, con lo que nuestro buen amigo latió por seguridades.
Sólo faltaban tres semanas, y por fin podría disfrutar del bien añorado desde hacía tres años y cuatro meses, en números redondos (sin contar los sueños premenstruales de cuando iba a cumplir sus 65).
Llegó el día soñado hacia fines de octubre, el lunes 26 para más exactitud. Fue a la sucursal de BA, lo atendieron con amabilidad y premura, tomaron su tarjeta, la validaron, la registraron, y le dijeron que aún estaba la cuenta en ceros, pero que en cualquier momento le caería del depósito de parte de la Secretaría del Bienestar (¿bienestar de quién?, se preguntaba).
Bueno, pues cuando escribo estas líneas es 8 de noviembre ¡y nones! Hasta el domingo en la noche, la maldita cuenta seguía en ceros.
Sería fantástico que nuestro buen amigo hubiera encontrado este lunes en la mañana que por fin le habían depositado, pero en verdad que él ya tiene perdida la Esperanza.
Lo que sí, es que ya se imaginaran por cuál partido no piensa votar en junio del año próximo… aunque le paguen.
Comentarios