Hace dos años un amigo pidió que nos sentáramos con Éric Cisneros, entonces no tenía cargo, aunque se sabía que podría llegar a la secretaría de Gobierno. Lo primero que me llamó la atención fue su sobrepeso, pero también su vitalidad. Nos sentamos con él en un iHop, no recuerdo lo que pidió, yo pedí uno omelete y un licuado. Todo el tiempo habló de sí mismo, de su origen veracruzano y su formación en Baja California. Se le veía sobrado, bastante sobrado. Los dos sentados con él en esa mesa nos dimos cuenta que el señor quería pleitesía, alabanzas; quería que ponderáramos su supuesta grandeza, pero de nosotros no obtuvo eso, por ello no lo volvimos a ver.
Quienes le rindieron esa pleitesía obtuvieron puestos públicos, obtuvieron convenios, obtuvieron las sobadas que un amo le hace a sus perros en el lomo; sus damas zalameras y complacientes fueron colocadas en lugares estratégicos de la administración. Los que no le rinden pleitesía, los que hemos llevado una crónica de sus actos cretinos, sólo recibimos amenazas. Otros que lo contradicen también son amenazados.
No le importa quienes sean, alcaldes, diputados, empresarios o hasta la presidente del Tribunal Superior de Justicia han recibido amenazas de este sujeto vil que se ostenta como secretario de Gobierno; no extrañaría que el pelele que tenemos de gobernador también viva amenazado por este sujeto. ¿Hasta cuándo va a seguir con sus amenazas este sujeto? Hasta que el gobernador se decida a gobernar.
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