Alberto Calderón P.* / Nuestra cultura mexicana tiene una riqueza inigualable, en ella confluyen el pasado prehispánico con una diversidad de los 52 pueblos indígenas que enriquecieron el territorio con una lengua, una forma de vestir, sus representaciones ideográficas, la herencia pictórica, la arquitectura y con gran presencia la manifestación escultórica, contando también de forma destacada su gastronomía.
La aportación de nuevos desarrollos culturales europeos, en algunos casos hicieron un sincretismo dando en cierta forma originalidad al periodo colonial, las transformaciones cíclicas con la independencia, la llegada del nacionalismo que tanto promovieron actores sociales como el xalapeño José María Mata y su suegro el michoacano Melchor Ocampo entre muchos otros, le fueron dando forma a una cultura nacional junto a los grandes escritores del siglo XIX como Manuel Payno, los veracruzanos Juan Díaz Covarrubias, Rafael Delgado, José María Roa Bárcenas que junto a muchos otros, forjaron el paulatino reconocimiento a las manifestaciones literarias y en otros campos las artísticas como el canto, la danza tradicional, la pintura y los creadores de las diversas regiones del país, fortalecieron nuestra identidad cultural.
Que decir de la revolución y su consolidación en donde personajes como el ilustre José Vasconcelos al lado de muchos otros propusieron nuevas formas de llevar el conocimiento y la cultura a la población en su mayoría analfabeta para ese entonces, así con la influencia nacionalista se fue desarrollando el inicio del siglo XX, ya en el camino se gestó el muralismo con una crítica social que despertó conciencia, artistas que trabajaron grandes formatos plasmando su obra en muros de destacados recintos, ahí quedo la obra de Siqueiros, Rivera, Orozco, surgieron los óleos del dolor de Frida, o salió de lo profundo de la tierra la enorme escultura de Tlaloc.
La gastronomía mexicana que parte de ella es una mezcla de lo español y lo prehispánico fue considerada patrimonio inmaterial de la humanidad en 2010, esa mezcla de chiles, maíz y carne aderezados con los más diversos vegetales y complementos como las frescas aguas, las bebidas espirituosas de origen nacional, todo ello nos llena de orgullo.
En el presente con el surgimiento de la pandemia, se alteró el ritmo y las manifestaciones de la cultura pararon, los cines y teatros cerraron sus puertas, las editoriales apagaron sus máquinas, muchos artistas, y creadores vieron cerrados los espacios para difundir su arte, el estado ha desestimado la cultura como algo no prioritario haciendo desde fusiones, recortes presupuestales, poniendo en las direcciones de algunos sitios estratégicos gente con intereses de grupos partidistas.
Ahora las alas de concierto lucen vacías, los cines están abriendo de forma tímida y así también llega la gente a ver las películas o las obras de teatro, aun no hay tranquilidad para reunirse y disfrutar sin temor el arte en los museos o algún espectáculo, el fantasma del contagio sigue rondando, los actores, bailarines, toda la industria del entretenimiento y la cultura apenas empieza a ver una luz lejana, que se asoma de forma tímida.
Ante la imposibilidad de una propuesta presencial muchos creadores han desarrollado innovadoras formas de expresión visual y auditiva en diversas plataformas pero no es lo mismo, se siente la limitación. Lo que si se expande es la utilización de más del cincuenta por ciento del internet para acceder a la cultura, esto puede ser un detonante sobre la exploración y explotación de nuevas formas de acercamiento a un mayor número de población, sin el reconocimiento económico de los creadores, algo que se debe ir afinando con el paso del tiempo.
*Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores (REVECO).
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