Por fin, hoy 15 de septiembre, termina la farsa de la rifa del avión; por cierto, el avión seguirá sin venderse

Andrés Manuel López Obrador y el avión presidencial FOTO: WEB

La rifa del avión se planteó ante la imposibilidad de venderlo. Nadie lo quiso, primero porque es muy caro, segundo porque hacerlo transporte de pasajeros salía muy caro y tercero porque el gobierno no quería perder el 50 por ciento del valor de un avión usado. Entonces a alguien se le ocurrió la “brillante” idea de rifarlo. Después se plantearon lo absurdo que sería si alguien se lo llegaba a sacar, le saldría más caro el caldo que las albóndigas. Entonces se les ocurrió que podrían repartir el dinero del costo del avión en unos cuantos ganadores.

El problema se volvió asunto de estado pues ni siquiera los chairos quisieron comprar un cachito de 500 pesos; entendieron que era la rifa de un avión que no se rifaba. Para animar a las personas a la compra de boletos, el presidente dijo que el dinero sería para comprar medicinas e insumos de salud; ni con eso se alcanzó la meta de vender todos los boletos.

Entonces el mismo gobierno tuvo que comprar boletos; el colmo de la farsa, el colmo del absurdo. Que el mismo gobierno compre boletos de su rifa, es un intento para evitar que el presidente quede como un tonto; pero los boletos no se vendieron precisamente por eso, porque el presidente, que promocionaba esa rifa, ya se veía como un tonto.

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