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El sermón de la montaña

Sergio González Levet / En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

—Tomen una piedra y cárguenla hasta la cima de esa montaña. Ése será su asiento mientras yo les digo un sermón.

Como era de esperarse, 11 discípulos buscaron piedras de considerables dimensiones y cada uno la llevó cargando y empujando hasta que todos llegaron a la cumbre, exhaustos pero felices de haber cumplido la tarea que les había dejado el señor.

Pero uno de ellos, ya se imaginarán que era Judas, solamente tomó un guijarro y subió alegremente, jugando con la piedrecilla, que aventaba hacia arriba y la tomaba con las manos.

Jesús empezó a hablar y a decirles las famosas bienaventuranzas:

Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”.

Cuando llegó a esta parte, Judas tomó la idea y empezó a gritar, mientras aventaba su guijarro al cielo:

—¡Ya hace hambre! ¡Ya tenemos hambre! —y no era precisamente de justicia.

Jesús volvió su mirada dulce hacia el hambriento, volteó hacia los demás y les dijo:

—¡Que sus piedras se conviertan en pan!

Ya imaginarán la desilusión del iluso desobediente.

Al día siguiente, otra vez Jesús dijo a sus discípulos que tomaran una piedra y que remontaran el monte de las bienaventuranzas, cerca de Cafarnaúm.

Ya imaginarán también que esta vez Judas agarró la piedra más grande que encontró, un peñasco de considerables dimensiones y gran peso.

Y allá va el malvado seguidor, empujando con todas sus fuerzas y avanzando de a poco, pero subiendo y subiendo, al grado que hacia el mediodía logró llegar a la cúspide con su voluminosa carga.

Apenas consiguió recuperar el aliento, empezó con su cantaleta del día anterior (ya sabemos que el ejercicio intenso despierta el apetito):

—¡Ya hace hambre! ¡Ya tenemos hambre!

El Hijo del Hombre interrumpió su sermón. Volvió su dulce mirada hacia Judas, y con la voz más tierna del mundo le dijo a todos:

—Tiren sus piedras, ¡hoy traje tortas!

Esta parábola -que no recogió ninguno de los cuatro evangelistas: Juan, Lucas, Mateo y Marcos-, sirve sin embargo para ilustrar el mal camino que muchos aspirantes a diputados o alcaldes dentro del partido que no es partido sino movimiento, Morrena, están tomando, porque piensan que van a poder hartarse cuando el patriarca les haga el milagro de convertirles las piedras en pan.

Los que traen guijarritos no van a poder comerse el pastel, y los que tienen una loza pesada contemplarán cómo otros se hartan con su hambre.

Ya veremos.

sglevet@gmail.com

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