Carlos Jesús Rodríguez Rodríguez / QUÉ ES más importante: ¿atender los 489 feminicidios ocurridos en el país en los primeros seis meses del año -sin sumar los crímenes dolosos perpetrados contra un mayor número de féminas- que representan 9.2 por ciento más respecto a los reportados en el mismo periodo de 2019 –esto sin considerar los levantones, asesinatos extrajudiciales, violaciones o violencia sin límite contra las mujeres mexicanas-, o los cuadros alusivos a Francisco I. Madero y Benito Juárez, por más que sean la obsesión de un Presidente anclado en el pasado?. Porque el feminicidio debemos entenderlo como “la muerte violenta de mujeres por razones de género, ya sea que tenga lugar dentro de la familia, unidad doméstica o en cualquier otra relación interpersonal, en la comunidad, por parte de cualquier persona, o que sea perpetrada o tolerada por el Estado y sus agentes, por acción u omisión”, según consigna el Modelo de Protocolo Latinoamericano de Investigación de las Muertes Violentas de Mujeres por Razones de Género. El Código Penal Federal señala que comete el delito de feminicidio quien prive de la vida a una mujer por razones de género, y se determina cuando la víctima presenta signos de violencia sexual de cualquier tipo, se le hayan infligido lesiones o mutilaciones degradantes previas o posteriores a la privación de la vida o actos de necrofilia; si existen antecedentes o datos de violencia en el ámbito familiar, laboral o escolar. En suma, de trata de muertes muy violentas que deberían llamar a la reflexión, mientras que las autoridades estarían obligadas a enfocar cualquier esfuerzo para que no sucedan.
Y ES, precisamente, por la indiferencia de las autoridades hacia esos ilícitos que familiares de víctimas se manifiestan dentro y fuera de las instalaciones de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, una instancia en la que fue impuesta una mujer sin la menor preparación para dar resultados, y solo como pago a favores, a tal grado que las personas que impuso una vez que asumió el cargo debió renunciarlas hace unas semanas bajo el siguiente argumento: “el 26 de Agosto pedí la renuncia a los directores de la Primera y Sexta Visitadurías, el motivo fue la pérdida de confianza que se fue gestando durante los ocho meses que estuvieron laborando en la CNDH. El proyecto de convertir a la CNDH en un Organismo Autónomo, cuya prioridad fuera la defensa de los derechos humanos y el acompañamiento a las víctimas, fue traicionado por los dos directores al no existir un compromiso con su función y en los nulos resultados de su trabajo. Varias víctimas y colectivos, cuyos casos fueron turnados a sendas Visitadurías han estado acudiendo a este organismo molestos y con reclamos porque después de seis o siete meses no se les había dado respuesta a su queja”, y lo peor es que seguía sin darse respuesta a nada, y ahí están los resultados.
POR ELLO madres, hermanas, hijas y parientes distintos tomaron las instalaciones de la CNDH desesperadas por la indiferencia o indolencia del organismo, y no se diga de los órganos de seguridad y procuración de justicia, y ya dentro descubrieron que mientras ellas protestan, doña Rosario Piedra Ibarra vive como emperatriz, engullendo suculentos cortes de carne, postres y otros manjares que dejan mucho qué decir de una mujer que se dice humilde y de izquierda, y desbordados los ánimos por tanta y semejante burla, descolgaron los cuadros o pinturas de Francisco I. Madero y otras figuras de la historia nacional como Miguel Hidalgo, José María Morelos y Benito Juárez, los deformaron con aerosol y los pusieron a la venta de cabeza, algo que ha enardecido sobremanera al presidente Andrés Manuel López Obrador que no solo lamentó que el edificio de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) esté ocupado, sino que sostiene que no hay justificación para el vandalismo en las instalaciones, e incluso reprochó la alteración con pintura del cuadro de Francisco I. Madero, parte del acervo de esa institución. “Dan qué pensar esas actitudes”.
Y UNO se pregunta: ¿Qué acaso la inacción de las autoridades dependientes del Ejecutivo y Judicial no dan qué pensar?. Porque tal parece que son más importantes los cuadros que los asesinatos, feminicidios, levantones, violación y descuartizamiento de mujeres que ocurren a diario en el país, a tal grado que el número de ilícitos debería ser conmovedor para el presidente y no solo que se destruya cuadros que pueden ser reemplazados. No se justifica, pero se entiende el coraje de familiares de las víctimas, luego de años de exigir justicia, de clamar el abanderamiento de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos sin respuesta alguna, como si la vida de sus seres queridos no importara, o como si el titular del Ejecutivo hubiese perdido ya la capacidad de asombro ante tanta barbarie que, por otra parte, aunque la Constitución lo faculta a contenerla con los medios a su disposición, no lo hace.
LO QUE llama la atención es que López Obrador, cegado por la afrenta a Madero y demás personajes históricos, dice que si bien respeta todas las manifestaciones, “no estoy de acuerdo con la violencia, con lo que hicieron a la pintura de Madero… Cómo me va a gustar verlo ultrajado. Nadie debe ser ofendido así, vilipendiado… el que afecta la imagen de Madero o no conoce la historia, lo hace de manera inconsciente, o es un conservador, un pro porfirista”. Y uno se cuestiona: ¿Qué acaso los asesinatos o feminicidios de miles de mexicanas en su gobierno no es violencia? ¿No es ultraje, ofensa o vilipendio?. Pero el asunto no es de conservadores o liberales o, incluso de pro porfiristas, ya que en su gobierno, y ahí están los reportes del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) “la cifra de feminicidios en lo que va del 2020, también es más elevada que la que se registró de Enero a Junio de 2018 –tiempos aún de Enrique Peña Nieto- cuando se registraron 432, que significa un aumento de 13.2 por ciento en 2020 comparado con 2018.
AMLO DEFIENDE Que Piedra Ibarra no sea una académica o integrante de la sociedad civil, mucho menos una conservadora, y refiere que “está de presidenta de la CNDH, como nunca había sucedido, una víctima o familiar, porque antes los que estaban eran puros simuladores al servicio del régimen autoritario” (como sucede ahora). Ignora el Presidente que, de acuerdo al Artículo Noveno de la Ley de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, el presidente de ese organismo debe reunir para su elección los siguientes requisitos (entre otros): III.- Contar con experiencia en materia de derechos humanos, o actividades afines (y Rosario Piedra no tenía experiencia; es familiar de una víctima a la que su madre busca desde hace muchos años, pero eso no la hace experta). IV.- No desempeñar, ni haber desempeñado cargo de dirección nacional o estatal en algún partido político en el año anterior a su designación y VII.- Tener preferentemente título de licenciado en derecho (y la señora es licenciada en psicología con maestría en Psicopedagogía). En fin, desde el principio se dijo que no podría con el paquete y, simple y llanamente, no puede. OPINA carjesus30@hotmail.com