Pero lo que es mejor, dice Don Quijote, en ese tiempo «no había la fraude, el engaño ni la malicia mezcládose con la verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus proprios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del interese, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje aún no se había sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no había qué juzgar, ni quién fuese juzgado. Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por dondequiera, solas y señoras, sin temor que la ajena desenvoltura y lascivo intento le menoscabasen, y su perdición nacía de su gusto y propria voluntad».
Tal parece que el presidente Andrés Manuel López Obrador tomó de El Quijote de Cervantes las ideas centrales para su Segundo Informe de Gobierno. Iluso como el caballero de la triste figura, López Obrador dice que la corrupción se ha acabado, que la vida pública se ha purificado, que ya pasó lo peor, que ya estamos empezando a crecer, que casi en todos los delitos ha habido disminución, hay menos secuestros, homicidios, menos robo de vehículos, hay justicia para el pobre, ya no manda la delincuencia organizada, ya no hay las masacres.