Alberto Calderón P.* / El tiempo pasa y en muchas ocasiones no se vuelve a mencionar el origen, significado de las cosas, quedando una duda permanente, eso le pasa al “bautizo” de los objetos, las poblaciones, los nombres de personas o animales.
En 1510 se publicó en Sevilla, España una novela de caballería que llevó por título “Las sergas del espalandián”, estas hazañas relatan las aventuras de ficción del primer hijo de Amadis de Gaula y la princesa de la Gran Bretaña llamada Oriana, consta de 184 capítulos y en ellos se hacen presentes enormes gigantes a los que derrota con una espada mágica y libera a su abuelo materno el Rey Lisuarte. Ustedes preguntarán que tiene esto que ver con el origen de las poblaciones. La historia tiene otros interesantes giros entre los cuales se menciona un lugar imaginario que es el señorío de Calafia, ahí gobierna la reina de las Amazonas de la cual se enamora el Espalandián, ella vive en una isla llamada California, sin imaginarlo el autor de esta novela fantástica de caballería llamado Garci Rodríguez Montalvo, nunca pensó que su historia se volviera tan popular que tuvo varias ediciones durante el siglo XVI tanto en España como en Italia, pero lo realmente sorprendente es haberle dado el nombre a esta basta región que la corona española dividió en Alta California y Baja California durante el siglo XVIII y que ahora corresponde a las tierras de los Estados Unidos y México.
Del hermoso estado de Yucatán, su nombre surge de varias explicaciones sobre su origen, para Crescencio Carrillo estudioso de los asuntos relacionados con la península del sureste mexicano, menciona que “Yucalpetén”, para facilitar la pronunciación de su nombre derivó en Yucatán, que sería traducida como “La parla o gargantilla de nuestra esposa”, para otros originarios de estas tierras sería: “yuk´al-tan mayab” traducida como “todos los que hablan la lengua maya”, pero su origen pudiera deberse a un malentendido con los españoles, cuando preguntaron por el nombre de estas tierras y los mayas respondían “yucatán” que significaría “no entiendo”, también para hacer caso omiso cuando los barbados les preguntaban algo les decían “yucatán” que se traduciría como “yo no soy de aquí” y así quedara asentado el nombre fruto de una confusión.
Un tercer caso con el respeto que me merecen nuestros amigos alemanes, mencionaré las curiosidades de los nombres. Existe una pequeña población perteneciente a Rheinsberg, a unos 100 kilómetros de Berlín y se llama Kagar y significa literalmente defecar en español, yo creo que no es muy divertido para los alemanes pero para los latinos, los hablantes del español es gracioso, y bueno el destino tiene sus cosas, a veinte minutos de Kagar se encuentra otra población que se llama Repente, esto no tendría nada de extraordinario a no ser que si lo relacionas con el español y conectas las dos ciudades en un viaje podría quedar “ir de Repente a Kagar” para muchos no sería gracioso, creo que para otros sí, entre ellos me incluyo, que tengan un feliz inicio de semana.
*Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores (REVECO).
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