Hace un poco más de un año, en la celebración del 60 aniversario de la fundación de Libros de Texto Gratuitos, en su mañanera el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que la educación no es un privilegio, es un derecho. Hoy, en su Segundo Informe de gobierno repite las mismas palabras. En México, los actores clave para que este derecho se ejerza y se cumpla son precisamente los maestros. Sin la participación de los maestros, no puede haber un ejercicio pleno de este derecho. El estado mexicano debe tomar en cuenta la experiencia y las propuestas de los que están en la primera línea de batalla.
Si el Estado sigue empeñado en tomar en consideración primeramente a los empresarios y a los líderes sindicales y deja en segundo lugar al magisterio mexicano, tenga por seguro que sólo se cosecharán los resultados que el Estado quiere escuchar. No obstante, algo sí es seguro, el compromiso y responsabilidad que tiene el magisterio mexicano con la educación de la niñez mexicana, arrojará frutos, históricamente ha sido así.
De manera que después de la pandemia se podrá evaluar el trabajo que hicieron miles de maestros, tanto en zonas urbanas como rurales, a favor de la niñez mexicana. Es cierto, es su trabajo y para eso les pagan, no obstante, es seguro que lo hacen con empeño, con gusto y con mucha responsabilidad. Sin embargo, no estaría mal que el presidente tome más en cuenta a los maestros que están al ras de la tierra.
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