Jorge Flores Martínez / La política se rige bajo tres conceptos básicos: las amenazas al poder, las oportunidades de acceder al poder y las violaciones a las reglas establecidas para mantener el poder.
La democracia republicana es deliberadamente frágil, esta fragilidad tiene como propósito que el poder no oprima a los ciudadanos, se construyó así durante décadas con base en una visión de libertades individuales. Los sistemas autoritarios, por el contrario, son deliberadamente fuertes, con la intención de oprimir a los ciudadanos. Son dos visiones distintas, donde en una se proclama la libertad del individuo, y en la otra, el colectivismo y el estado como rector absoluto de todo y de todos.
Nuestro país ha ido construyendo durante décadas una democracia republicana, es, como les decía, deliberadamente frágil en su misma naturaleza, pero además, por ser una democracia tan joven e insipiente, es aún mucho más frágil y blanco perfecto para líderes autócratas.
Muchas dictadoras han conquistado el poder por medio de las urnas, es el juego democrático el que les permite hacerse del gobierno de una forma más legitima. La enorme fortaleza de equilibrio de poderes y voto libre de la democracia es justamente su mayor debilidad, permite que prácticamente sea solo el autocontrol del líder poderoso lo que disuada sea vulnerada o no la soberanía del pueblo.
No contamos con instituciones democráticas fuertes y consolidadas, eso lo tienen claro aquellos que sostienen la tentación autoritaria como plataforma de gobierno. No les interesa la democracia o el ejercicio de gobierno, lo que los motiva es el poder y la forma de tomarlo es el voto.
Los líderes autoritarios han renunciado al golpe de estado por la dificultad que representa legitimar su poder en el escenario mundial, encontraron en la mayor fortaleza de nuestro régimen democrático, la falla sistémica perfecta para hacerse del poder y legitimizarse.
Eso lo han logrado en muchos países latinoamericanos y Venezuela es el mejor y más logrado ejemplo de esto. Se trata de un régimen que ha desmantelado todas las instituciones democráticas, judiciales y legislativas del Estado, las han reducido al control y capricho de un solo hombre, al que por desgracia, se encuentra sometido a la autoridad de otro país, Cuba.
Sin duda, la caída de la Unión Soviética marcó el fin de la ideología comunista en el mundo, pero la forma de gobierno autoritaria se encuentra presente y en nuestro continente halla su refugio en esa pequeña y empobrecida isla del Caribe.
Ahora encontramos en México en la más grande disyuntiva democrática que puede vivir un país, mantener un sistema democrático republicano o dar el paso a un régimen autoritario de líder fuerte con instituciones republicanas débiles.
En las democracias consolidadas del mundo, ganar las elecciones significa un cambio de gobierno, puede ser de izquierda, centro o derecha, nunca representa un cambio de régimen. En las democracias incipientes y aún débiles, como la nuestra, ganar las elecciones puede representar desaparecer la democracia y las instituciones del país, todo depende del autocontrol y las buenas o malas intenciones del líder autócrata.
Cuba siempre envidió el sistema político mexicano del PRI, era una dictadura perfecta, la deformación mexicana de la democracia, era, en pocas palabras, más que la dictadura perfecta como decía Vargas Llosa, la democracia perfecta para los líderes autoritarios.
Debemos tener cuidado, la democracia es extraordinariamente frágil y débil, debe contar con la defensa de los ciudadanos para permanecer. Una vez pérdida, es muy difícil regresar al camino de la libertad.
No permitamos que políticos autoritarios destruyan instituciones que los mexicanos hemos construido durante tantos años. No debemos confundir lucha contra la corrupción con pérdida de libertades; no nos deben convencer discursos fáciles para solucionar problemas complejos; debemos evitar que el discurso de la moral y el cambio de régimen sustituyan el de las leyes y las libertades.
Después de todo, políticos corruptos nunca faltan y encuentran acomodo en cualquier sistema que no los castigue con todo el peso de la Ley.