Un día en el trabajo, viendo que tenía libros publicados, me encargaron hacer un libro especial sobre las caricaturas de Nicanor Juanz y los textos de Magno Gacimarrero. Entonces el dinero urgía y a nada le decía que no. Yo no sabía cómo hacer un libro, porque yo era lector y escritor de libros, no editor. Entonces de urgencia fui a casa de Julio, quien me recibió generoso, me dijo que comprara un cuaderno aguilucho y que anotara en cada una de las páginas, incluidas las pastas, lo que debía llevar mi libro.
Aquí la portada, aquí la portadilla, allá la página legal, el índice y al final el colofón. Así, con Julio César empecé mi profesión de editor que tantas satisfacciones me ha dejado; llegué a fundar la editorial de la Universidad Popular Autónoma de Veracruz donde publicamos a René Avilés Fabila, Silvia Tomasa Rivera, Estrella del Valle, Sergio González Levet, Efrén Ortiz y decenas de autores más.
Hoy, en un día muy lluvioso me entero de tu muerte amigo. Me entero de tu ausencia y me duele, me duele como un estallido de tristeza en el alma; me duele porque entiendo que ya no te voy a encontrar en las calles de Xalapa, ya no te voy a encontrar en los lecheros de la Parroquia, en las bancas del parque, en los paseos del Dique. Hoy me entero de tu muerte Julio César, amigo, y me pongo a llorar con el día. Hoy entiendo que era cierta la sentencia poética que nos advertía: “Tanto amor y no poder nada contra la muerte”.