Juan David Castilla Arcos / Doña Isabel García Meza laboró más de un año como empacadora o “cerillo” en un supermercado, debido a que no encontró empleo donde ejerciera su profesión como abogada.
La señora había tocado muchas puertas con su currículum en mano. Fue imposible hallarlo. Llegó a creer que había estudiado en vano la Licenciatura en Derecho y la Maestría en Derecho Procesal, misma que dejó trunca.
Hubo días que no tenía dinero ni para comer. Si salía de casa con diez pesos en el bolsillo, se sentía rica.
“Comíamos tortillas con salsa de tomate, una salsa natural porque no nos gustan los enlatados”, cuenta.
Por desesperación, acudió a la Quinta de las Rosas, un espacio de asistencia para adultos mayores en Xalapa, la capital de Veracruz, donde le ofrecieron trabajo como “cerillo”.
Más de un año vivió de las propinas que los clientes le dejaban por empacar su mercancía; sin embargo, la pandemia del SARS-COV-2 (COVID-19) la dejó sin trabajo nuevamente, el pasado 21 de marzo.
Doña “Chabela”, como la llaman sus conocidos, no ha podido retomar su actividad desde hace cinco meses en la tienda Walmart, ubicada sobre el bulevar Rafael Guízar y Valencia, al sur de la ciudad.
Al inicio de la pandemia, esa empresa multinacional de origen estadounidense fue criticada en redes sociales por dejar sin empleo a los adultos mayores empacadores. Posteriormente, aclaró que no podían arriesgar la vida de los trabajadores mencionados, al tratarse del grupo más vulnerable ante el COVID-19.
García Meza recibe cada mes mil pesos en efectivo y una despensa por parte de la empresa, al igual que sus 60 compañeros “cerillos”.
“Es una ayuda porque nos dan de todo: galletas, café, azúcar, nos dan lo básico, pero es una ayuda y no se puede despreciar. Hice cuentas y con lo que nos dan son casi 700 pesos”.
Cabe recordar que anteriormente los “cerillos” eran niñas y niños que laboraban para contribuir a la economía familiar; sin embargo, por necesidad, adultos mayores se han sumado a esta actividad, sin un contrato formal, ni prestaciones de ley.
Las grandes cadenas comerciales han negado que las personas de la tercera edad que trabajan como empacadores seas sus empleados, bajo el argumento de que forman parte de un programa de voluntarios, mediante un convenio firmado con el Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM).
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