Cuando inició la crisis del coronavirus no imaginamos las consecuencias devastadoras de esta enfermedad. En primer lugar, está la cantidad de vidas que está segando, en parte por el mal manejo de la crisis por parte del gobierno, en parte por el descuido de los propios ciudadanos que no quisieron prestar atención a las medidas sanitarias ni a la advertencia de quedarse en casa. Somo el país de los 45 mil 361 muertos y 408 mil 449 contagiados; eso en números oficiales.
Hay una cantidad enorme de personas que mueren y se contagian y que no llegan a ser contabilizados. El cierre de empresas, la limitación en la movilidad y la pérdida de empleo ha deprimido una economía que ya venía a la baja, incluso antes del coronavirus.
La mañana de este jueves de acuerdo con la Estimación Oportuna del Producto Interno Bruto (PIB) trimestral del Inegi, la economía en México reportó una caída de -18.9 por ciento en el segundo trimestre de 2020, una cifra brutal; en otros tiempos hablar de un -3 por ciento ya se consideraba una tragedia. Cierto que con el contexto de la pandemia una caída era inevitable. ¿Pero -18.9 por ciento? ¿Acaso nuestra economía estaba tan frágil? De esta crisis no nos recuperamos ni en dos sexenios.
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