Un libro que habla de divorcio y pesadumbre
Carlos Jesús Rodríguez Rodríguez / ES CURIOSO como Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del Presidente Andrés Manuel López Obrador invita (al finalizar la Jornada de Sana Distancia) “a leer y a quedarse en casa”, mientras su cónyuge que ya no oye consejos de nadie, ni siquiera de su pareja sentimental, inicia una superflua como innecesaria gira por el sur del país, muy a pesar de que México ya pasó del noveno al séptimo sitio internacional con más muertes por CoVid19. AMLO sigue en lo suyo, tratando de evitar ser desplazado en las preferencias ciudadanas, ya que nunca se perdonaría perder la elección del 2021, él, a quien 30 millones de mexicanos llevaron al poder, y mucho menos entregar la Presidencia en 2024 a otro partido, porque habría significado “debut y despedida” y muchos de sus erróneos programas sociales se irían por la borda. El ego presidencial es mayor a cualquier circunstancia, y la marcha escenificada el sábado en varias ciudades del país desnuda un México decepcionado, molesto, irritado por la crisis económica que, si bien es cierto ocasionada por el CoVid19, la negativa presidencial de ofrecer apoyo al sector empresarial para evitar despidos o cierres de pequeñas y medianas empresas, también ha coadyuvado, engendrando un clima de rechazo, porque al final del día no afecta a los empresarios sino a los que menos tienen: a meseros, empleados y trabajadores que laboran en hoteles, abarrotes, tiendas de conveniencia, taxistas, oficinistas, en fin, una pléyade de trabajadores que si no laboran no comen; pero AMLO, el insensible, prefiere que sus seguidores digan: -qué bárbaro, no se endrogó como los anteriores-, aunque con su actitud siga generado malestar y delincuencia, como ya se observa con el alza en robos y asaltos tanto a comercios, casas habitación y autos debido a las enormes necesidades.
AMLO, PARA variar, se expone y expone a su familia al iniciar una gira, mientras su esposa, la historiadora que fue desplazada a la nada por el Presidente, invitó a la ciudadanía a leer durante el confinamiento provocado por la pandemia de CoVid-19, porque eso, dice, permite conocer otros mundos. En su cuenta de Instagram, redacta: “porque leer es una gran oportunidad para aprender, disfrutar, conocer otros mundos, otras naciones, otro tipo de pensamiento”, y en ese tenor recomienda el libro “Carta breve para un largo adiós”, del Premio Nobel de Literatura 2019, el austriaco Peter Handke, del cual leyó un fragmento, al tiempo que reitera su apoyo a la Estrategia Nacional de Lectura y a las campañas #TeLeo y #ViralicemosLaLectura al reiterar que la lectura es un alimento para el alma.
PERO, ¿DE qué habla el libro que lleva por título: “Carta breve para un largo adiós”, de la editorial Edhasa, escrito por el austriaco Peter Handke?. Refiere que, tras un divorcio traumático, corolario de un matrimonio que había degenerado en rencor, incomprensión y violencia, un hombre viaja a Estados Unidos para descansar de tanto dolor. América, ese paisaje anónimo, es el lugar perfecto: le permite poner en perspectiva sus últimos años, verse como nunca antes lo había hecho y descubrir, quizás, que puede ser otro. Ese sería, naturalmente, el viaje ideal. Pero la vida es más torpe y ofrece unos obstáculos que la conciencia y el deseo no suelen considerar. Mientras recorre Estados Unidos con una mujer y su hija, además del paisaje cultural, además de las personas que conoce y lo renuevan, descubre que su ex esposa lo persigue con un revólver. Al mismo tiempo, ese continente que habría de liberarlo de su existencia anterior, lo envía a su infancia, a sus miedos, a esas debilidades que en vez de atenuarse, se potencian. Antes de volver a empezar, si tal cosa sucede, debe expurgar fantasmas y un pasado irresuelto. La pareja, el amor, la soledad, he ahí los tres temas que ese hombre, lejos de todo y tan cerca de sí mismo, tiene que develar. Son un iceberg en su carácter, y quizás lo sean siempre.
NADIE PODRIA decir a ciencia cierta por qué Gutiérrez Müller recomienda un libro que habla de un divorcio tormentoso, de un hombre que es atormentando por sus fantasmas, por el recuerdo de su ex esposa. Tal vez la sugerencia fue producto de una casualidad, pero en la vida nada es casualidad sino causalidad.
UN PÁRRAFO del libro reseña: “Es mi segundo día en Estados Unidos -dije, bajando de la vereda a la calle y de vuelta a la vereda-. ¿Habré cambiado ya?”. Sin quererlo, eché un vistazo por sobre el hombro al caminar y luego miré con verdadera impaciencia mi reloj. Así como a veces algo leído me ponía ansioso por vivirlo enseguida yo mismo, ahora el gran Gatsby me llamaba a transformarme de inmediato. La necesidad de ser distinto a como era de pronto se me hizo física, como una pulsión. Pensé en cómo podía mostrar los sentimientos que el gran Gatsby había hecho posibles en mí, y también en cómo implementarlos sobre mi entorno. Eran sentimientos de afecto, atención, serenidad y felicidad, y sentí que iban a desterrar para siempre mi predisposición al espanto y al pánico. ¡Eran aplicables, nunca más me resecaría de la angustia! Pero, ¿dónde estaba el entorno en el que al fin mostrar que podía ser distinto? Por el momento había dejado atrás el viejo ambiente; en este entorno extraño aún no estaba capacitado para ser más que alguien que usa las instalaciones públicas, que camina por las calles, anda en micro, vive en hoteles, se sienta frente a la barra de los bares. Tampoco quería aún ser más, porque para eso debería haberme dado importancia. Creía haberme quitado para siempre la presión de, en todas partes, primero darme importancia, para así ser digno de la atención de los demás. Y sin embargo: así de intenso como era el impulso por mostrarme atento y abierto hacia el entorno, así de rápido esquivaba ahora a todos los que me cruzaba en la vereda, indignado ante cualquier cara distinta, con el viejo asco por todo aquello que no fuera yo mismo. Aunque una vez, mientras seguía bajando por la Jefferson Street, pensé involuntariamente en Judith, a quien volví a ahuyentar exhalando y apurando unos pasos; mi conciencia permaneció vacía de personas, y yo ardiendo hasta la médula con una furia que casi se convirtió en sed de sangre porque no podía dirigirla ni contra mí mismo ni contra cosa alguna”.
EN FIN, hay que leer la recomendación de la esposa del Presidente, y ojalá no sea como “El código Da Vinci”, “Ángeles y demonios” o “Inferno” de Dan Brown que ilustra a partir de simbolismos y códigos ocultos con los que se busca enviar mensajes, pero también hay que hacerle caso a su recomendación de quedarse en casa, leer, ver películas, adelantar pendientes y no exponerse innecesariamente, aunque el Presidente López Obrador no le haga caso a nadie. OPINA [email protected]
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