Prensa en evidencia por AMLO y Cuitláhuac
Carlos Jesús Rodríguez Rodríguez / EN ESTE mundo no se puede, o más bien, no se debe meter las manos al fuego por nadie, porque somos humanos con errores y virtudes, pero al final del día con debilidades o flaquezas, defectos que en ocasiones constituyen nuestra ruina. No somos jueces para juzgar en torno al bien o al mal, y mucho menos para decidir qué es justo o injusto, pero sí podemos razonar que la detención del periodista José Cárdenas, en Poza Rica, acusado de participar en el asesinato de la comunicadora María Elena Ferral -el pasado 30 de Marzo en Papantla-, mete en un brete a la encargada de la Fiscalía Estatal porque, o demuestra que tiene bien sustentada la carpeta de investigación que llevó a la orden de aprehensión del reportero –ni siquiera diremos de qué medios porque ni los propietarios o accionistas de estos tienen nada que ver-, o Verónica Hernández Giadáns quedará en entredicho si la investigación cae por su propio peso, porque no se puede fabricar culpables sin que tarde o temprano la verdad se imponga. No sabemos si Cárdenas es o no responsable, si tiene o no algo que ver, tampoco es nuestra función juzgar a priori ni estamos para eso. Solo deseamos que no haya intervenido, y si lo hizo que no calle la verdad e indique cuáles fueron los motivos que lo indujeron a participar, si lo obligaron mediante amenazas o lo hizo de mottu propio, pero que la verdad aflore. No dudamos que la Fiscalía debe tener algún motivo para su detención, porque de otra manera sería reprobable y condenable que en aras de salir al paso de la investigación fabricaran culpables que más temprano que tarde obtendrían su libertad.
TAMPOCO DESEAMOS creer que la detención de Pepe Cárdenas en Poza Rica sea un mensaje al resto de los comunicadores críticos, luego de que el Presidente Andrés Manuel López Obrador lanzara en la semana que concluye una nueva descalificación, prácticamente general, al desempeño de los medios de comunicación en medio de la escalada del Covid-19 cuando advirtió que “no hay en México un periodismo profesional, independiente, no digo objetivo porque eso es muy difícil, pero ético, estamos muy lejos de eso. Es parte de la decadencia que se produjo. Si yo aquí, en vez de gimnasia digo magnesia me tunden. No me estoy quejando, nada más tratando de analizar lo que sucede”, para posteriormente preguntar si “¿así fue en el sexenio pasado? ¿Así fue con Calderón? ¿Con Fox? ¿Con Zedillo? ¿Con Salinas?”. El presidente acusó que hay medios que no encuentran nada bueno en su gobierno. “¿Ustedes creen que no aburre abrir un periódico y no encontrar nada bueno del gobierno? (¿?). Esta vez fue más allá de los periódicos que él considera conservadores (Reforma y El Universal), y desacreditó a otros como Excélsior –sobre quien hizo descalificaciones a su director Pascal Beltrán del Río; Milenio, radio y televisión, y no conforme con ello, aludió a algunos periodistas de quienes dijo que “cambiaron su trayectoria: desesperados, optaron muchos por la mentira. Ciro Gómez Leyva venía de un periodismo profesional, nuevo, independiente. Y se fueron volviendo conservadores, se cansaron de ser como eran. Es que siempre hay tentaciones”. AMLO, incluso, hizo una referencia histórica de la prensa independiente hasta llegar a la actualidad: “los mejores medios escritos durante mucho tiempo, La Jornada, antes UnomásUno, una muy buena época y el Proceso. Y ahí se formaron muchos, pero la mayoría se echó a perder”.
DICE EL Presidente que el buen periodismo es el que defiende al pueblo y que está distante del poder (y acaso no asume o entiende que si se le critica es, precisamente, porque quienes lo hacemos estamos distantes del poder), pero el titular del Ejecutivo Federal dice que, “lo que tenemos ahora es un periodismo muy cercano al poder, sobre todo al poder económico y muy distante del pueblo. Es un periodismo de la élite”, lo cual es incierto ya que los empresarios son pocos los que dan publicidad o pagan espacios de promoción, y respecto al poder político, el propio mandatario nacional se ha encargado de establecer una valla infranqueable que delimita los espacios entre políticos y periodistas; hay lejanía y la brecha se amplía y profundiza, y de eso se ha encargado el propio López Obrador con sus agresiones diarias.
PERO, QUÉ tendría que ver la agreste postura presidencial con la detención de un periodista en Veracruz acusado de ser coparticipe en el asesinado de una colega en el norte del Estado. Es simple: en Veracruz el gobernador Cuitláhuac García Jiménez replica todo lo que hace el Presidente, y hasta incluso ya anunció reducciones salariales a empleados de su gobierno, y no es de dudarse que en aras de mandar un mensaje de que aquí si se aplica la ley sin distingos, incluso contra periodistas que, al final del día, somos como cualquier otro ciudadano, encauzaron la investigación por ese rumbo por alguna hebra que relacionara a Pepe Cárdenas con la ahora fallecida María Elena Ferral. Y aunque ha trascendido que habría otros detenidos por el lamentable acontecimiento, entre estos el ex esposo de la periodista acribillada y un regidor de Papantla, a la fecha no se ha dado información al respecto, cuando en caso de ser cierto debieron ser puestos de inmediato a disposición de un juez de control.
ALGO SIN duda no encaja en los hechos, pero no somos quiénes para señalar porque no nos consta, entre otras que el periodista detenido fue quien disparó o apuñaló a la comunicadora –no hay evidencia de ello- y, por tanto, su detención no sería por su autoría material, y acaso ni siquiera intelectual, pues no lo vemos pagando fuerte suma de dinero para que mataran a María Elena Ferral. Sin duda, en las conversaciones telefónicas o vía WhatsApp que sostenían –el detenido y la ahora occisa- seguramente encontraron alguna evidencia, algo que los haga sospechar y acaso por ello determinaron la orden de aprehensión pero, insistimos, ésta debe estar bien sustentada ya que la verdad, más temprano que tarde caerá por su propio peso.
REITERAMOS, NO metemos las manos al fuego por nadie ni somos juez y parte, pero deseamos de todo corazón que este caso se esclarezca, y que no estemos ante fiscales a modo como los que contrataba Javier Duarte de Ochoa que solían fabricar culpables que, finalmente, pese al esfuerzo por dejarlos en prisión eran liberados por falta de pruebas, al demostrarse que el deleznable gobernante usaba el poder para vengarse de sus enemigos. Nadie desea en Cuitláhuac García Jiménez a otro Duarte ni en Verónica Hernández Giadáns a un servil Reynaldo Escobar Pérez despojado de toda desvergüenza y pundonor, y traicionando a los que en otro tiempo le dieron la mano que terminó mordiendo. Así de simple. OPINA [email protected]
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