Alberto Calderón P.* / Conocer la forma de vida de nuestros antepasados es algo revelador, sus costumbres, cultura, relaciones personales y un sinfín de elementos que nos dan la posibilidad de conocimiento de la diversidad cultural.
Una de las investigaciones más recurrentes es la arqueología con sus diversas derivaciones que escudriña los vestigios arquitectónicos y de otra índole, va armando los rompecabezas para darle coherencia a la historia pasada, las inscripciones simbólicas en forma de escritura o expresiones pictóricas que arrojan la vida en su entorno particular de ese momento, sirven para hacer un eslabón más en la cadena del conocimiento ancestral, en a medida que la escritura se desarrolló los documentos han enriquecido de forma abundante el saber de las distintas épocas y territorios.
El privilegio que tuvieron los hombres letrados dejando testimonio valioso del que se nutre la historia para conocer muchas particularidades de las relaciones humanas, el caso de los romanos es representativo de lo que menciono ya que a partir del rescate de sus cartas conocemos como era su cultura en forma general y sobre todo particular, la más antigua referencia de esta, nos la da el fuerte en el norte de Inglaterra en donde se encontraban más de 50 mil soldados romanos, ahí las primeras cartas hechas en tablillas de madera aproximadamente 100 años antes de la era cristiana, nos percatamos que las relaciones entre los seres y la distancia crea nostalgia, al saludar a los familiares, su salud y hasta la preocupación de madres por saber lo que comían sus hijos estando en tierra tan lejanas, muchas de esos vestigios se encuentran en el museo de vindolandia.
Las cartas romanas a diferencia de las griegas son más inteligentes, directas, no intentan ser pretenciosas. Destacan las de Marco Tulio Cicerón en el siglo I de nuestra era, se conocen unas 900, haciendo referencia a diversos temas pero siempre destacando los valores e inspirando a la recuperación de la cultura y el arte. Como lo menciona Simón Garfield en su libro Posdata. En una de sus epístolas dirigida a su amigo Marco Mario mencionaba su oposición a los dantescos espectáculos de los coliseos romanos en donde se peleaban contra fieras salvajes arguyendo que no debería causar ningún placer que a un débil lo despedace una fiera.
Otro de los grandes pensadores romanos fue Lucio Anneo Séneca quien fue un polémico filósofo, poeta y dramaturgo, sus cartas trascienden como un ejemplo de conocimiento reflexivo del hombre en la tierra. El mencionaba que la posesión de muchas cosas las hace no indispensables al grado de que si prescindimos de ellas no lo sentiríamos, realiza interesantes reflexiones sobre la vejez. Su muerte fue dramática al ser acusado de armar un complot contra el pirómano de Nerón por lo que es sentenciado a quitarse la vida consiguiéndolo.
Pero el caso quizá más sorprendente y del que me quiero referir es la narración que hace Plinio el joven en sus cartas escritas entre el siglo I y II de nuestra era, son tan vigentes que cuando tuve la fortuna de leer la descripción de la erupción del volcán Vesubio, quedé sorprendido por la forma como aborda la tragedia que vivió en carne propia, con sus escasos 17 años, fue capaz de plasmar en dos cartas toda la tragedia de el y su familia y la valentía de su tío Miseno quien pereció en un intento por rescatar a Recitina, no lográndolo y perdiendo la vida en esa misión. De no haber sido por estas y muchas cartas más, pasajes de la historia de primera mano no se conocerían en estos tiempos. ¡Saludos y cuídense!
* Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores (REVECO)
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